Recordando (que no es olvidar)
Andrés Ruiz Delgado
La Ley Orgánica del Estatuto de Autonomía de Canarias, en su Sección 3ª, Artículo 22, especifica muy claramente: 1) Canarias articula su organización territorial en siete islas. 2) El Cabildo constituye el órgano de gobierno y administración insular". El conjunto de la Comunidad del Archipiélago se halla conformado por espacios característicos de cada una de las islas, diversas y diferenciadas entre sí, por lo cual es evidente que no puede aplicarse un mismo módulo para cada una de ellas, como si todas dependiesen de igual manera, con carácter general. Esto -no hay que mirarlo con lupa- provocaría irreparable quebranto desde el momento en que se pasan por alto las respectivas singularidades. Y más aún tal como sucede con la Ley de Renovación y Modernización Turística puesta en marcha por el Gobierno de Paulino Rivero, en comandita con el PSOE grancanario, ¡que ya es tela!
En las legislaciones, cuando se generalizan, se cometen auténticas arbitrariedades. La ordenación ineludible de hoteles de cinco estrellas, en contra de lo que se desarrolla en Gran Canaria, llevaría a extremos en verdad rocambolescos. Por ejemplo, La Graciosa -que aspira y demanda ser contemplada como octava isla- también se vería catapultada a la obligatoriedad de hoteles de cinco estrellas y tal vez al estilo de Manhattan. ¿Sería permisible, con las torres de sus edificios superando la altura del Teide? Absurdo siquiera idearlo. Y más todavía cuando la visión desde la eminente cúspide abarca a todo el conjunto del archipiélago, si no se entrecruzan celajes.
Ironías aparte, esta es una cuestión muy seria. Desde el Gobierno de Paulino Rivero se impone a Gran Canaria un modelo de desarrollo turístico ajustado a los intereses de la isla de Tenerife y que perjudica gravemente a la nuestra. Tratan de cercenar su expansión, desarrollo y vitalidad. Un frenazo auténtico. En realidad, nada de esto debiera sorprendernos. Desde los poderes radicados en Santa Cruz, ahora como antaño, entienden el concepto regionalista como exclusivo y cosa propia. Es decir, que sin la línea que diseñan la región no existe. Es el recalcitrante insularismo que pretenden achacarnos cuando se sale del guión que prescriben. Y no representa nada nuevo. Tiene siglos de realidad y, por lo tanto, de historia.
No quisieron, en el tiempo de su mando único, que tuviésemos Instituto de Segunda Enseñanza. No les interesaba que supiéramos más allá de la primaria. Quizá que nos quedáramos por el paleolítico. Y cuando por acá se llegó al clamoroso plebiscito de más de 200.000 personas reclamando Universidad propia (7 de julio de 1982) se armó la marimorena. Contramanifestación a todo trapo en las calles santacruceras, beligerancias de hondo calado y algunas hasta tan pintorescas (o reveladoras) como esta de Paulino Rivero, vocero de ATI: "¿Y por qué no otra en Chimiche?". Chimiche, como se sabe, es un pago de Granadilla de Abona y así traducía su menosprecio a nuestras legítimas aspiraciones.
Hubo, desde la isla hermana -y no la de enfrente, como titulan ellos a la de Gran Canaria- órdagos de máximo calibre, acusándonos de reavivar el "pleito insular". Como ahora, porque nuestra isla, representada por el gobierno que la rige, el Cabildo Insular, no se somete a lo legislado en beneficio exclusivo de Tenerife. Episodios tan marcados no hay que olvidarlos, pasarlos por alto como si en verdad no hubiesen existido. Recordar no es olvidar. Veamos algunas perlas de aquel julio de 1982. "Todos los tinerfeños a la huelga general", clamaba el alcalde de La Laguna, Pedro González. Y el titular a seis columnas de un acalorado editorialista: "Se acabó la región canaria". En el texto: "La fecha del 19 de abril de 1989 pasará a la Historia de las Islas, entre otras cosas, porque se entronizó el insularismo grancanario".
Por su parte, el llamado Centro Popular para la defensa de la provincia de Santa Cruz de Tenerife se explayaba: "Recordamos que hasta el año 1927 este archipiélago de las Hespérides era una sola Región con Capital en Tenerife y, por lo tanto, la bandera azul aspeaba en blanco en nuestra isla, era la de nuestra región. En ese año de 1927 lograron nuestros vecinos de la isla de enfrente, lo que hacía siglos querían conseguir, dividir la Región en dos provincias". Algunos iban más lejos: "Boicot a todo lo que llegue de Las Palmas". Y el desiderátum, casi heroico: "Si pudimos con Nelson, podemos con ellos". Paremos. Dejamos muchas más cosas reservadas en nuestros archivos.
Se nos acusará de ultrainsularistas. ¡Con lo bonita que es toda Canarias! Lo inaceptable, que desde la perspectiva del influyente lobby tinerfeño la perciben en su conjunto como algo propio. Vuelta más atrás de 1927. Hay que decirles, rotundamente, ¡basta ya! Se acabó el derecho de pernada impositiva a su modo y conveniencia.
El tiempo se convierte en historia y más si está escrita, en tinta nada reseca. Llega la necesidad imperiosa de reaccionar. He aquí el tramo decisivo. En eso de amar y entrañarse al terruño nos ganan por goleada. En Gran Canaria se tiende al pasotismo y a introducir los derechos propios en una licuadora. El acto en el Paraninfo de la ULPGC ha sido el paradigma del divisionismo y partidismo que por desgracia nos caracteriza y tenemos adheridos como sanguijuelas. Don Paulino puede sentirse más que satisfecho por la jugada, con la suma autista del PSOE, NC y Compromiso, a pesar de los pronunciamientos anteriores de estos dos últimos. Incluso la cúpula de la Federación de Hostelería de Gran Canaria -el sector directamente más afectado por la Ley de Renovación y Modernización Turística- no hizo presencia, contrariada por el tratamiento BIC que el Cabildo asignara a la frustrada renovación del Oasis Maspalomas, donde, por lo que se deduce, dejó ancladas sus naves el almirante, camino de las Américas. Es posible que incluso se excediera el Cabildo en impregnar al acto del Paraninfo con la esencia del PP. El presidente autonómico está tan eufórico, con todo ello, que hasta se siente magnánimo y nos brinda 10.000 camas sacadas de la chistera.
Desunidos siempre seremos vencidos. El interés general cuando se debaten asuntos tan principales como los que se dilucidan pasa a segundo plano desde el instante en que entran en juego las bazas políticas. De ahí el descreimiento creciente de la masa de ciudadanos en cuanto a la clase política. Ésta, con sus actuaciones, se desacredita por sí misma. Lo justo: que cada palo aguante su vela, es decir, su parte culposa.
¡Qué difícil es retornar al maravilloso impulso del espíritu del 7 de julio de 1982! Entonces hablaba el pueblo grancanario, masivamente. Ahora hay quienes proceden a espaldas del mismo. Los resultados, absolutamente contrapuestos. Si es que no hay resolutiva enmienda. También esto será cosa de tiempo e historia, donde todo queda indeleblemente marcado. Si lo dejan en punto muerto será que no tenemos remedio.
La Provincia, 20-6-2013
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