Aniversario de "Sombra del Nublo"
Luis Armando Doreste
Dedicado a Don Jerónimo Saavedra Acevedo
Si, querido lector, han transcurrido nada más y nada menos, que setenta y cinco años, desde que don Néstor Álamo Hernández, Cronista que fuera de nuestra amada isla de la Gran Canaria, se inspirara en aquella excursión a nuestras cumbres en el atardecer otoñal. ¡Y cómo gozaba don Néstor de aquel paisaje, observando las nubes de Arco Iris que le daba sombra a la Majestuosa Piedra!
En una de aquellas tardes en la Peregrina, me dibujó con precisión cada detalle de su visita a Tejeda ante mi curiosidad por saber cómo se parió su Sombra del Nublo. A todo esto, corría el año mil novecientos sesenta y nueve, cuando los americanos pisaron el astro lunar. Néstor, ese día estaba pletórico, ocurrente y con un humor muy poco habitual en él. ¿Sería el influjo de la Luna?
Pero intuí que la pregunta le hizo cambiar el semblante. La respuesta, no tuvo titubeo, al decirme, Luis. Es la primera vez, que alguien siente en lo más profundo, una explosión de novelería por adentrarse en las Cavernas del Roque Nublo. El mismo, que desde la Creación nos vigila y protege.
Doreste, el Roque, estaba abrigado por un vapor de algodón que con los destellos del crepúsculo, formaban una inmensa alfombra que adquiría la forma de una Carroza Real, que se extendía desde la cúspide de la sustancia mineral, hasta los barrancos que da a la mar.
Luis, te diré, que es un fenómeno para verlo con los ojos cerrados, imaginando que estás soñando por encima de aquellas toneladas de aire hecho masa. Y yo, en mi pretensión y anhelo, era como sentir en mis manos la recia madera del Cielo, para llegar A la Bóveda Celeste. Con paso lento por el angosto camino que me condujo a la Ermita, acompañado de mi inseparable bastón de pino canario, comencé a tararear en mudez, una melodía que rimaba cada nota de mi inventado pentagrama. Yo mesturaba la letra mental, como una musiquilla que iba cogiendo cabeza y extremidades. Tampoco sé, si la poesía llegó antes o después de la música. Era como un rompecabezas que había que ordenar en el tablero cerebral. Me senté varias veces, para descansar y deleitarme en el bellísimo paisaje de película que tenía ante mis agotados ojos.
Alcé la cabeza, buscando el Pinar de Tamadaba y el en horizonte, el Teide. Con sus 3.707 metros de altura, que se me caía arriba. La tarde con su relente, no me hicieron mella y mucho menos impedirme que llevara a mí espíritu creativo, a darle el fruto a la composición, con la emoción, alma, fuerza, coraje y nervio que el Roque Nublo demandaba, a través de las musas de aquel Bosque de Doramas, que describiera el Príncipe de las Letras Canarias, Don Bartolomé Cairasco de Figueroa.
Doreste, de aquel dulce y maravilloso despertar, surgió el nombre y lo bauticé, con o sin sacerdote Sombra del Nublo, y no Sombras del Nublo, como muchos grupos y cantantes diversos se emperran en no fijarse. En definitiva, no leer o negarse a leer. Luis, he dicho hasta la saciedad, las veces que me han preguntado en diversas tertulias o en entrevistas en los medios informativos, que yo, en estos menesteres de la musicología, era y soy un constructor de ideas de diversidades complejas y según la Real Academia de la Lengua. Autodidacta, es una persona que se instruye por sí mismo.
Por tal razón, eso no es óbice que impida crear. Doreste, yo lo que tenía en mente, era materializar mi proyecto. Entonces, me vi en la necesidad de acudir a los amigos maestros músicos, duchos en la académica materia. Hice las gestiones precisas con varios amigos que me visitaban y yo a ellos. En tertulias, en el Bar Suizo o Polo, al primero en confiarle mi secreto, fue al amigo músico, don Luis Prieto, él, hizo un trabajo espléndido, pero le faltaba algún ingrediente que no daba ni él ni yo, con el punto.
Así, pasaron varios días hasta que me trompico con Víctor Doreste Grande, que estuvo trabajando muchas horas de tardes, y me trajo dos versiones. Una para piano y otra para guitarra. Ambas, tenían una simbiosis y casi le doy la conformidad a las dos, pero yo quería otra cosa. Y por fin, me veo con el entrañable amigo profesor, don Agustín Conchs, que le puso magistralmente la armonización a mi letra y música de Sombra del Nublo.
Luis, figúrate que me costó Las brevas de Tirajana, y los cuartos de cada uno, que tuve que abonar. Se trataba, que la obra no saliera deforme y viera la luz transparente, desde las cumbres hasta más allá de las riberas. Debo hacerte hincapié, que los tres músicos hicieron un trabajo genial. Refiriéndome a tu tío Víctor Doreste, noté que le había añadido la fuerza titánica del alemán, Johanan Sebastián Bach, el músico preferido por Víctor, posiblemente por su larga estancia en Alemania y sus famosos conciertos en Berlín, Colonia, Frankfurt y otras capitales extranjeras.
Una vez atravesado este obligado episodio, con las lógicas ansias y nervios, te diré que ese mismo sentimiento lo he tenido para arrancar con un libro o con cualquier otra creación que sea o en el caso que nos ocupa, Sombra del Nublo. Me encaminé, como el rayo que no cesa, con la partitura hasta la sede de la Sociedad General de Autores y de la Propiedad Intelectual de España, para su obligado registro de entrada, número 3.476, el día 8 de septiembre de 1933, que es precisamente el día de la Patrona de la Gran Canaria, Nuestra Señora La Virgen del Pino.
Señores lectores, una vez que hemos escuchado y leído al Siempre Vivo Néstor Álamo, creo, que todos los grancanarios y el Archipiélago por entero, debemos felicitarnos por éste importantísimo acontecer por partida doble. Por un lado, que nuestro Cabildo por unanimidad, haya aceptado y atendido la iniciativa de la Tertulia Artístico-cultural Víctor Doreste para que la composición musical Sombra del Nublo de Néstor Álamo se haya convertido de forma Oficial en el Himno de la Gran Canaria. Iniciativa que fue respaldada por todos los municipios como así, por el apoyo institucional de los seis cabildos de Canarias que gobernaban en su día y muchas instituciones de toda condición, y personas que se sumaron a la recogida de firmas que fueron remitidas al Cabildo de nuestra Isla. A todos ellos, mi gratitud y por supuesto de todos mis compañeros que forman parte de la entidad cultural que presido.
Para acabar, se me ocurre aportar una idea a la señoras alcaldesas de Tejeda y Artenara y la isla por entero para que se organice un magno senderismo en domingo para cantarle al Roque Nublo por el aniversario de su canción. Hoy ya Himno de la Gran Canaria y al Cabildo, con toda la Corporación Insular sin distinción. Un Homenaje ofrenda a Néstor Álamo en su morada, que está en el Cementerio del Campo Santo de San Lázaro. Y allí, cantarle su:
Sombra del Nublo
I
Sombra del Nublo.
Riscales los de Tejeda
Cadena de mis montañas.
Montañas las de mi Tierra.
Montañas las de mi Tierra.
Besos de mujer canaria.
Queso tierno y recental;
Vino caliente de abajo.
Y el gofio moreno oliendo;
¡Que más puedo desear...!
El agua por el barranco
Y mi amor en el telar
El agua por el barranco
Y mi amor en el telar.
II
Sombra del Nublo
Altar de mi tierra maga;
Hay nieve y sol en la Cumbre,
Cumbre de mi Gran Canaria;
¡Cumbre de mi Gran Canaria!
Roque Nublo, Roque Nublo.
Lírica Piedra Lunar;
Si a tu sombra yo he nacido;
Quiero vivir a tu sombra;
Y a tu sombra quiero amar
El alma eres de mi tierra;
Fuego y lava junto al mar.
El alma eres de mi tierra;
Fuego y lava junto al mar.
Roque Nublo;
¡Feliz Cumpleaños ¡
Néstor Álamo
Dedicado a Don Jerónimo Saavedra Acevedo
Si, querido lector, han transcurrido nada más y nada menos, que setenta y cinco años, desde que don Néstor Álamo Hernández, Cronista que fuera de nuestra amada isla de la Gran Canaria, se inspirara en aquella excursión a nuestras cumbres en el atardecer otoñal. ¡Y cómo gozaba don Néstor de aquel paisaje, observando las nubes de Arco Iris que le daba sombra a la Majestuosa Piedra!
En una de aquellas tardes en la Peregrina, me dibujó con precisión cada detalle de su visita a Tejeda ante mi curiosidad por saber cómo se parió su Sombra del Nublo. A todo esto, corría el año mil novecientos sesenta y nueve, cuando los americanos pisaron el astro lunar. Néstor, ese día estaba pletórico, ocurrente y con un humor muy poco habitual en él. ¿Sería el influjo de la Luna?
Pero intuí que la pregunta le hizo cambiar el semblante. La respuesta, no tuvo titubeo, al decirme, Luis. Es la primera vez, que alguien siente en lo más profundo, una explosión de novelería por adentrarse en las Cavernas del Roque Nublo. El mismo, que desde la Creación nos vigila y protege.
Doreste, el Roque, estaba abrigado por un vapor de algodón que con los destellos del crepúsculo, formaban una inmensa alfombra que adquiría la forma de una Carroza Real, que se extendía desde la cúspide de la sustancia mineral, hasta los barrancos que da a la mar.
Luis, te diré, que es un fenómeno para verlo con los ojos cerrados, imaginando que estás soñando por encima de aquellas toneladas de aire hecho masa. Y yo, en mi pretensión y anhelo, era como sentir en mis manos la recia madera del Cielo, para llegar A la Bóveda Celeste. Con paso lento por el angosto camino que me condujo a la Ermita, acompañado de mi inseparable bastón de pino canario, comencé a tararear en mudez, una melodía que rimaba cada nota de mi inventado pentagrama. Yo mesturaba la letra mental, como una musiquilla que iba cogiendo cabeza y extremidades. Tampoco sé, si la poesía llegó antes o después de la música. Era como un rompecabezas que había que ordenar en el tablero cerebral. Me senté varias veces, para descansar y deleitarme en el bellísimo paisaje de película que tenía ante mis agotados ojos.
Alcé la cabeza, buscando el Pinar de Tamadaba y el en horizonte, el Teide. Con sus 3.707 metros de altura, que se me caía arriba. La tarde con su relente, no me hicieron mella y mucho menos impedirme que llevara a mí espíritu creativo, a darle el fruto a la composición, con la emoción, alma, fuerza, coraje y nervio que el Roque Nublo demandaba, a través de las musas de aquel Bosque de Doramas, que describiera el Príncipe de las Letras Canarias, Don Bartolomé Cairasco de Figueroa.
Doreste, de aquel dulce y maravilloso despertar, surgió el nombre y lo bauticé, con o sin sacerdote Sombra del Nublo, y no Sombras del Nublo, como muchos grupos y cantantes diversos se emperran en no fijarse. En definitiva, no leer o negarse a leer. Luis, he dicho hasta la saciedad, las veces que me han preguntado en diversas tertulias o en entrevistas en los medios informativos, que yo, en estos menesteres de la musicología, era y soy un constructor de ideas de diversidades complejas y según la Real Academia de la Lengua. Autodidacta, es una persona que se instruye por sí mismo.
Por tal razón, eso no es óbice que impida crear. Doreste, yo lo que tenía en mente, era materializar mi proyecto. Entonces, me vi en la necesidad de acudir a los amigos maestros músicos, duchos en la académica materia. Hice las gestiones precisas con varios amigos que me visitaban y yo a ellos. En tertulias, en el Bar Suizo o Polo, al primero en confiarle mi secreto, fue al amigo músico, don Luis Prieto, él, hizo un trabajo espléndido, pero le faltaba algún ingrediente que no daba ni él ni yo, con el punto.
Así, pasaron varios días hasta que me trompico con Víctor Doreste Grande, que estuvo trabajando muchas horas de tardes, y me trajo dos versiones. Una para piano y otra para guitarra. Ambas, tenían una simbiosis y casi le doy la conformidad a las dos, pero yo quería otra cosa. Y por fin, me veo con el entrañable amigo profesor, don Agustín Conchs, que le puso magistralmente la armonización a mi letra y música de Sombra del Nublo.
Luis, figúrate que me costó Las brevas de Tirajana, y los cuartos de cada uno, que tuve que abonar. Se trataba, que la obra no saliera deforme y viera la luz transparente, desde las cumbres hasta más allá de las riberas. Debo hacerte hincapié, que los tres músicos hicieron un trabajo genial. Refiriéndome a tu tío Víctor Doreste, noté que le había añadido la fuerza titánica del alemán, Johanan Sebastián Bach, el músico preferido por Víctor, posiblemente por su larga estancia en Alemania y sus famosos conciertos en Berlín, Colonia, Frankfurt y otras capitales extranjeras.
Una vez atravesado este obligado episodio, con las lógicas ansias y nervios, te diré que ese mismo sentimiento lo he tenido para arrancar con un libro o con cualquier otra creación que sea o en el caso que nos ocupa, Sombra del Nublo. Me encaminé, como el rayo que no cesa, con la partitura hasta la sede de la Sociedad General de Autores y de la Propiedad Intelectual de España, para su obligado registro de entrada, número 3.476, el día 8 de septiembre de 1933, que es precisamente el día de la Patrona de la Gran Canaria, Nuestra Señora La Virgen del Pino.
Señores lectores, una vez que hemos escuchado y leído al Siempre Vivo Néstor Álamo, creo, que todos los grancanarios y el Archipiélago por entero, debemos felicitarnos por éste importantísimo acontecer por partida doble. Por un lado, que nuestro Cabildo por unanimidad, haya aceptado y atendido la iniciativa de la Tertulia Artístico-cultural Víctor Doreste para que la composición musical Sombra del Nublo de Néstor Álamo se haya convertido de forma Oficial en el Himno de la Gran Canaria. Iniciativa que fue respaldada por todos los municipios como así, por el apoyo institucional de los seis cabildos de Canarias que gobernaban en su día y muchas instituciones de toda condición, y personas que se sumaron a la recogida de firmas que fueron remitidas al Cabildo de nuestra Isla. A todos ellos, mi gratitud y por supuesto de todos mis compañeros que forman parte de la entidad cultural que presido.
Para acabar, se me ocurre aportar una idea a la señoras alcaldesas de Tejeda y Artenara y la isla por entero para que se organice un magno senderismo en domingo para cantarle al Roque Nublo por el aniversario de su canción. Hoy ya Himno de la Gran Canaria y al Cabildo, con toda la Corporación Insular sin distinción. Un Homenaje ofrenda a Néstor Álamo en su morada, que está en el Cementerio del Campo Santo de San Lázaro. Y allí, cantarle su:
Sombra del Nublo
I
Sombra del Nublo.
Riscales los de Tejeda
Cadena de mis montañas.
Montañas las de mi Tierra.
Montañas las de mi Tierra.
Besos de mujer canaria.
Queso tierno y recental;
Vino caliente de abajo.
Y el gofio moreno oliendo;
¡Que más puedo desear...!
El agua por el barranco
Y mi amor en el telar
El agua por el barranco
Y mi amor en el telar.
II
Sombra del Nublo
Altar de mi tierra maga;
Hay nieve y sol en la Cumbre,
Cumbre de mi Gran Canaria;
¡Cumbre de mi Gran Canaria!
Roque Nublo, Roque Nublo.
Lírica Piedra Lunar;
Si a tu sombra yo he nacido;
Quiero vivir a tu sombra;
Y a tu sombra quiero amar
El alma eres de mi tierra;
Fuego y lava junto al mar.
El alma eres de mi tierra;
Fuego y lava junto al mar.
Roque Nublo;
¡Feliz Cumpleaños ¡
Néstor Álamo
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