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La Voz de Gran Canaria

Golosina del Guiniguada

Golosina del Guiniguada

Consejos que dio a los nuestros que asentasen su real en un lugar que les enseñó, que se desial Geniguada, que era lugar fuerte y eminente y a la bista del puerto y sus nauios, con agua bastante y el rrio de Geniguada que lleuaua agua perpetua a la mar que pasaua a el pie deste sitio, el qual se dise ahora del rreal de las Palmas (...)". Esta crónica, escrita en castellano viejo es una de las primeras referencias que hace el conquistador de Santa Brígida, según recogen Pedro González Quintero, Marco Moreno Benítez y Alejandro Ascanio Padrón en el libro Historia de la villa de Santa Brígida.

Tasaute, que al poco del hecho se convierte en el tercer núcleo de Gran Canaria, fue ya, en el siglo XVI, una verdadera ambrosía para los repartidores de tierras, tanto, que siguiendo la máxima de el ´que reparte se lleva la mejor parte´, los mismos que tenían que cortar en tiras siguiendo la línea de los barrancos esa tarta llamada Gran Canaria se quedaron con los mejores bocados de lo que entonces era conocido simplemente como El Lugar de la Vega, y que también ocupaba territorio del actual municipio de San Mateo.

El castellano, cuando llegó a la isla, encontró en el lugar una sociedad afianzada, en un territorio transformado a partir de lo que, previsiblemente, fuera un reducto de la laurisilva de la Isla y al que sólo le quedaban madroñales y lentiscales, entre otros, pero no la frondosidad de un bosque como el de Doramas.

Manuel Lobo, en la obra citada, dice que Satautejo, o Tasautejo, "sitio piropeado por sus buenos aires, que andando el tiempo se llenaría de arboledas, heredades y buenas huertas, entra de lleno en la historia de Gran Canaria desde los primeros momentos, al ser considerado como una zona fértil, donde existían poblados de canarios".

Y hasta allí subía el hombre continental a realizar sus correrías, tanto a robar aquel ganado que ya había dejado de ser prehispánico como a "matar indígenas". Inmediatamente por su cercanía al Real de Las Palmas y dada su feracidad y belleza, el actual Santa Brígida se convierte en lo que también más o menos es hoy, en una zona residencial "para solaz" del poderoso y también en punta del abastecimiento de productos de sus huertas, donde se levantaron haciendas, fábricas agrícolas, domésticas y religiosas, de tal manera que ya en 1514 la hoy villa producía nada menos que 20.000 arrobas de caña dulce, producidas en su ingenio, uno de los primeros de Gran Canaria, colocado en La Angostura.

¡Que vienen los piratas!

Quizá, como dice hoy su cronista de fortuna, Pedro Socorro, el estar embutido entre volcanes, le produce a Santa Brígida un estado de erupción permanente, que ya se manifestaba desde los primeros tiempos en las guerras por el agua que, por una azada, o cientos de ellas, terminaban en pleitos ante la Audiencia de Granada.

Pero es en 1599 cuando Sataute, con sus milicias de La Vega, se llena de gloria al mando de un señor llamado Antonio de Pamochamoso, teniente de gobernador, que monta una trampa al pirata Van der Doez en un bosque de lentiscos, desbaratándole al holandés una invasión que ya subía por las barranqueras tras arrasar con el Real.

Sólo un poco más tarde ya hay en aquellas huertas cereales, cañas, viñas, parrales, frutales y colmenas. Y, en 1610, la raspadera ya llegaba hasta el fondo de la Caldera. Daniel Bandama, en 1610, deja un recado por escrito: "He plantado la viña de La Caldera, lo que cuesta a día de hoy 2.000 ducados. La malvasía se da bien y mejor que compre otro viñedo". Con semejante rebumbio se puebla de "indígenas, castellanos, andaluces, vizcaínos, portugueses, flamencos, moriscos y esclavos negros".

Pero, en cualquier caso, y según apunta Socorro, "históricamente ha sido un pueblo callado, sojuzgado al dictado de los grandes propietarios de la tierra y el agua, y dotado de un gran complejo de inferioridad. Tanto que desde mediados del XX los dirigentes políticos han querido ver el futuro de la villa ligado a grandes obras, grandes edificios, un modo de parecernos a una gran ciudad, cuando su encanto siempre ha estado en su paisaje, su carácter, los vestigios de su singular pasado, en el alma tranquila y sosegada de aquel pueblo que creció al borde de un barranco a comienzos del XVI".

"Santa Brígida", según el mismo autor, "fue poblándose excesivamente, en un proceso que se acentuó sobre todo a partir de 1960, con unos promotores ávidos de terrenos a buen precio para el disfrute o la reventa, donde primaba más el urbanismo que la urbanidad. En principio fueron las familias acomodadas de la ciudad que buscaban aquí su segunda residencia en el campo, con sus mansiones de factura clásica y centroeuropea. Posteriormente, otras familias de clase media, en número considerable, trasladaron su residencia a la villa, estableciéndose fundamentalmente en Tafira y El Monte gracias al desdoblamiento de la carretera del Centro, y dando lugar a una nueva tipología arquitectónica en el pueblo: chalés ajardinados, reemplazando a las antiguas casas campesinas. Santa Brígida ha crecido muy aprisa y en tan poco tiempo, que hasta los viejos mojones que marcaban los límites han desaparecido, dando paso a una continuidad urbana desde la ciudad. Aun así, es una vieja y bella dama, con mucha vida, grandes retos, tiempos nuevos y algún que otro ruego".

Una villa en vilo

Antonio Díaz, su actual alcalde tras un convulso mandato que culminó con la dimisión del anterior alcalde, sostiene que, no obstante, "la villa ofrece una combinación entre lo urbano y la naturaleza perfecta", que sigue "conservando un gran número de espacios verdes, sin olvidar la dotación de servicios en las distintas zonas residenciales, lo que hace que sea el lugar ideal para vivir".

En este sentido, subraya que su equipo de gobierno se ha embarcado en "la reforma del casco histórico, que ha subvencionado el Cabildo con más de un millón de euros", lo que lo convertirá, dice, " en un referente de turismo de interior. Además, estamos mejorando las urbanizaciones de La Grama, Cuesta La Grama y Las Brisas, con un proyecto que supera el millón trescientos mil euros y dotando a los barrios de las infraestructuras básicas necesarias, como saneamiento, alumbrado, contenedores, sin olvidarnos de parques infantiles y dotaciones deportivas".

Todo ello en un clima político marcado por una cadena de trasuntos judiciales que, de viejo, mantienen en vilo al vecindario, principalmente por la gestión urbanística y, ahora también, por la supuesta condonación de impuestos al grupo de empresas que estaban levantando el sempiterno centro comercial del casco de una localidad también llena de contradicciones, ya que con una de las rentas per cápita más altas de la isla..., no tiene ni una casa de la cultura.

Información de: La Provincia, 26-11-2006

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