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La Voz de Gran Canaria

Justicia injusta

Justicia injusta

El ex alcalde de Telde, Francisco Aureliano Santiago Castellano, ha sido otro de los ciudadanos inocentes que ha tenido que pasar un largo y doloroso calvario judicial: una denuncia "insostenible", según la sentencia, que la parte acusadora fue dilatando a base de argucias y aportaciones de supuestas nuevas pruebas, pompas de jabón, eternizó el proceso: nada menos que 23 años. En el transcurso de este tiempo el propio acusado, Francisco Santiago, como su familia, y en especial sus hijos, tuvieron que sufrir las consecuencias de lo que se ha demostrado una forma irresponsable de acoso. Aunque el juez ha condenado al denunciante, el antiguo recaudador municipal, a pagar las costas... ¿quién resarce al falsamente imputado por el daño que ha sufrido su imagen y su honor y la angustia de sus familiares? Son veintitrés años, toda una vida. No hay argumento razonable que sostenga una dilación tan extrema.

Dice el aforismo jurídico, y el propio sentido común, que la justicia si es lenta no es justicia; pero siendo verdad que una determinada lentitud se convierte en una garantía para el acusado, el alargamiento sin fin convierte a la justicia en injusticia. No hay la menor duda de que ha sido injusto tener al dirigente nacionalista más de dos décadas sometido a la pena de banquillo, convertido en sospechoso, angustiado por la natural zozobra que provocan estas situaciones porque, como aseguran los viejos abogados, donde único se ven burros volando - pocos o muchos, lo peor es que siempre le toca a alguien- es en los juzgados.

No ha sido el único caso: el socialista Carmelo Padrón estuvo casi tres lustros procesado, o como se dice en la actualidad, imputado, resultando absuelto al final. Pero en el interín la causa se congelaba y descongelaba por períodos, que muchos políticos, y hombres de leyes, consideraban que obedecían a los ciclos electorales. Y en efecto, en ciertas ocasiones, estaba claro que habría elecciones: junto a las promesas de subida de pensiones y bajada de los impuestos surgía, como una serpiente del lago Ness, el asunto de la supuesta corrupción en el Cabildo. En el juicio todo quedó claro: ni había muerto, ni caso ni cosa, como dijimos en su momento.

Lo que asombra al ciudadano corriente es que a pesar de la falta de indicios sólidos, como han demostrado ambas sentencias, a pesar de que lo que había eran suposiciones basadas en intuiciones basadas en dimes y diretes... no haya habido mecanismos para acabar con las prórrogas y tomar una decisión ajustada a Derecho y a la realidad de lo sucedido.

Cada vez que aparecen en los periódicos este tipo de noticias relativas a personalidades públicas, nos llegan docenas de cartas, correos electrónicos y llamadas telefónicas de ciudadanos de a pie que cuentan historias para no dormir, encerronas kafkianas, laberintos del Minotauro que los atrapan como una tela de araña. Hombres y mujeres que por cualquier tema, una denuncia, una herencia, un lío con un Ayuntamiento, están años y años del coro al caño y del caño al coro.

Esta es sin duda una asignatura pendiente del mundo judicial, que no tiene nada que ver con los recursos humanos. Probablemente la tardanza media sí tiene que ver con la plantilla, con la creciente disfunción entre oferta y demanda, pero estos ´picos´ no son imputables a la teoría general de la práctica del Derecho y la lucha entre el bien y el mal. Quizás, como se hace en las empresas, los órganos de gobierno correspondientes deban hacer un inventario de casos pendientes para descubrir los que se salen de norma y pervierten el fundamento de la presunción de inocencia y trastocan todo el entramado garantista que es la base del funcionamiento de la democracia.

Con la trayectoria de Francisco Santiago como alcalde de Telde se puede estar de acuerdo o discrepar o sumarse a los ´no saben/no contestan´; pero como ciudadano que se ha visto atrapado en una madeja de despropósitos merece la solidaridad y el apoyo de ciudadanos e instituciones, y la autocrítica de los que, en resumen, han sido consentidores o testigos pasivos del entuerto y no han sabido cortar a tiempo el nudo gordiano que mantenía secuestrada a la Justicia.

Si lo sucedido sirviera para que nunca más volviera a pasar, se podría decir aquello de que ´no hay mal´ que por bien no venga. Pero mucho me temo que el sacrificio habrá sido en balde.

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