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La Voz de Gran Canaria

Recordando Mis tiempos, de Don Fernando de León y Castillo

Recordando <i>Mis tiempos</i>, de Don Fernando de León y Castillo

Como la historia se repite en Canarias, como demuestran los hechos actuales, conviene recordar -para animar a todos los grancanarios a la lectura de este libro imprescindible que ahora se reedita nuevamente- los siguientes pasajes de la autobiografía de Don Fernando en Mis tiempos (tomo 2, p. 308-309):

Conviene recordar que Gran Canaria, la isla más antigua, más rica y más importante, que había dado nombre a todo el Archipiélgo y fue su capital durante más de tres siglos, vivía en una verdadera postergación, sin que los Poderes públicos se cuidasen de fomentar su riqueza y de establecer las necesarias comunicaciones entre sus pueblos. La isla de Tenerife gozaba de todos los favores y protecciones oficiales, y sus representantes en Cortes se daban plausible maña para demandar y obtener mejoras. Tenerife veía ensanchar sus carreteras, sus puertos; contaba con su Instituto de segunda enseñanza, con todos los organismos necesarios para el desenvolvimeinto de su progreso y el mantenimienato de su preponderancia. Gran Canaria y las islas orientales, húerfanas de eficaz apoyo en la Corte, se veían en un total abandono, somentidas a un centralismo provincial notorialmente estéril para todo adelanto.

Contra mí se desataron en Tenerife todas las iras, sólo por cumplir con mis deberes, poniendo mi celo en obtener para mi tierra natal, que representaba, sin mermar ni oponerme a las concesiones hechas a la isla vecina, todos los beneficios que pude lograr. Contra mis amigos se desataron las turbas de Santa Cruz un día de Viernes Santo, que señala una triste fecha, escapados a las turbulencias y al motín de las calles, donde se dieron voces de muerte [contra los representantes de Gran Canaria], merced a la intervención armada, que evitó una jornada de tremendo duelo, pero que permanece como un día de infeliz memoria.

Roto tan violentamente todo lazo espiritual de unión, se ha ido acumulando el odio de una enemistad tan irreductible, que hasta la vida de relación, política y administrativamente se ha hecho imposible. La división de las dos grandes agrupaciones insulares, moralmente se ha realizado por la fuerza de los hechos. Prudente será, como medida justa para que ambas puedan desenvolverse, que se traduzca definitivamente en las leyes, y a ello se llegará.

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