Robo de cartera
FRANCISCO J. CHAVANEL
Sigo el rastro del dinero en la UD Las Palmas y concluyo que las posibilidades de que el club desaparezca por auto judicial, tal como dramáticamente anuncia su presidente, son casi nulas. Pero me maravilla de la capacidad de algunos para hacerse pasar con celebrado éxito por salvadores cuando mejor les cabría el traje de tiburones al acecho. Ejemplo: los ex presidentes Germán Suárez y Manuel García Navarro han avalado a la entidad en cerca de 1.500 millones de pesetas. Ahora, a través de ese extraño reparto que se hizo en Infecar la semana pasada, tendrían que avalar sólo 1.000 millones de las antiguas pesetas para cubrir el crédito del Cabildo. Es decir, se ahorrarían 500 millones en la operación.
De la jugadita se dieron cuenta en seguida los hermanos Domínguez y Eustasio López, antiguos socios en Gerencia Deportiva. Suárez, como conviene al comandante en plaza del lobby del Puerto, ha movido sus influencias para desacreditar ante la opinión pública a los hermanos Domínguez y a López, conminándoles a pagar los 1.000 millones de pesetas que les cayeron en tan peculiar reparto, ya que en caso contrario se les haría responsables de la disolución del club. La burda amenaza no alcanzó el objetivo. Si hubiera que elaborar un ranking de principales responsables de la quiebra de la UD Las Palmas había que colocar al propio Suárez, que desde su origen hasta el final se preocupó de controlar las cuentas amarillas a través de personas de confianza y a través de la gestión particularísima de Sabino López, seguido a distancia por Manuel García Navarro y Tadeo, el cual fue vomitado del palco por Ican por veto personal de Gonzalo Angulo.
El comunicado de los hermanos Domínguez y Lopesan no puede resultar más claro al respecto. Apuntan al cráneo de ex directivos y dicen que no tuvieron nada que ver con la gestión del club, de la que se apartaron por profundas desavenencias con determinadas actuaciones, cosa que es rigurosamente cierta. De modo que una vez fracasada la operación de sacar la pasta a los hermanos inocentes que pasaban por allí, sólo falta mirar hacia el Cabildo, el cual, sin que parezca que todavía Soria no se haya apercibido, puede acabar siendo el paganini de todo esto.
Por la debilidad de aquel momento, por los silbidos con que lo roció la afición por sus presuntos coqueteos con el Universidad, lo cierto es que Soria, José Manuel, empecinado en ganar imagen, se comprometió a poner encima de la mesa 30 millones de euros y en garantizar la salvación de la UD pagando la institución cabildicia la deuda que dejó la irresponsabilidad de los empresarios que nos ocupan. Desde ese momento está pillado, y las despiertas inteligencias del Puerto, y el mundo financiero grancanario en general, lo saben.
El presidente del Cabildo está en un lío: si los tiburones se empeñan en apuñalarse entre ellos para evitar el pago final, Soria tendrá que decidir si el dinero que comprometió lo aligera de trabas para que sea avalado por el propio Cabildo, situando interventores en el corazón del club, reforzando con su credibilidad la escasa que posee la entidad deportiva, o bien exponerse a un juicio sumarísimo por parte de los aficionados que, como bien quedó demostrado el domingo, no llevan otros colores deportivos en el alma que los de la UD Las Palmas.
Es evidente que la afición señalaría como culpables a los empresarios que menciono, pero también a la autoridad política que dijo que iba a salvar al club y que, en el momento de la verdad, arguyendo tecnicismos y cláusulas draconianas, dejó morir el sueño de muchos. El día en que Soria compareció para regar urbi et orbe que él daba aliento a una UD Las Palmas moribunda, unos cuantos listillos le habían robado la cartera. Pronto se dará cuenta de que muy alerta no estuvo.
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