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La Voz de Gran Canaria

Casas y Museos cabildicios

Casas y Museos cabildicios

NICOLÁS GUERRA AGUIAR

Desde mucho antes de la tan ansiada Reforma de la Enseñanza (víctima hoy, toda ella, de las interesadas contrarreformas ideológico-mercantiles), muchos profesores de aquellos recordados BUP y COU ya ejercíamos de librepensantes y autónomos en lo referido a aquello que preclaras mentes de despachos y teorizaciones educativas llamaron -mucho después- algo así como "interdisciplinariedad", es decir, relaciones entre las disciplinas, las asignaturas de antes.

Recuerdo que mis alumnos de Literatura de COU (orientación universitaria) estudiaban las producciones poéticas, teatrales o novelísticas de la inmediata posguerra española en perfecta conjunción con las clases de Historia y Filosofía. Así, por ejemplo, podían entender el porqué del sentimiento negativo de la vida en Dámaso Alonso, allá por 1944: "Madrid es una ciudad de más de un millón / de cadáveres (según las últimas estadís- / ticas"). Ya se encargaban otros colegas de explicarles el contexto histórico-social (en 1939 acaba la Guerra Civil española y comienza la segunda conflagración mundial) y el pensamiento existencialista, en íntima relación con un mundo deshumanizado que "nos lleva nadie sabe dónde", según Kafka (antecedente de la filosofía existencial).

Así pues, y casi sin saber que nos estábamos adelantando a las revoluciones teóricas de los años noventa, resultó que ya habíamos descubierto el mundo con bastante antelación, mucho antes -incluso- de que llegaran a las programaciones oficiales posteriores los complejísimos entramados lingüísticos con que nos bombardearon insistentemente desde las más oscuras interioridades burocráticas, a miles de años luz de las verdades sociales que las aulas imponían.

Y hasta la fecha actual sigo empeñado en que la producción artística (literatura, pintura, música...) no puede estudiarse al margen del contexto social en que se desarrolla. Es decir: para entender por qué Néstor Martín Fernández de la Torre utiliza en su obra pictórica determinados símbolos, imágenes mitológicas o intenso cromatismo o el poeta Tomás Morales recurre a la conjugada musicalidad en sus versos en coincidencia con los elementos definidores de la pintura o la arquitectura del momento, hemos de analizar las circunstancias sociales, políticas, estéticas y filosóficas del tiempo en que crean.

De ahí que -en ese empeño ya casi ancestral de acercarme a la realidad social para estudiar la literatura- siga considerando como básico que nuestros alumnos han de salir de las aulas para contrastar -por sí mismos- lo que en principio no son más que planteamientos teóricos.

Por eso, precisamente, este curso me he acercado con ellos a distintos museos o casas-museo de Gran Canaria, dependientes todos (o casi) de la consejería cabildicia de Cultura y Patrimonio. Y aunque en el Museo Néstor los alumnos (a consecuencia de las rigurosas explicaciones de su guía) no llegaron a entender qué relación hay entre la pintura del grancanario universal y las fotografías carnavaleras expuestas en la planta alta lo cierto es que, días después, pudieron adentrarse más en Morales, lo que consiguieron gracias a la muy pedagógica lección recibida en la Casa-Museo del poeta moyero.

Y pudieron comprobar, también, que el realismo galdosiano (pormenorizada descripción de su entorno) está íntimamente relacionado con el contexto en que vivió el autor: la visita a la Casa-Museo Antonio Padrón (Gáldar) les sirvió para descubrir en el pintor galdense el mundo social, perfectamente reflejado en gallos, aguadoras, campesinas frente a un cuadro abstracto, brujerías, echadoras de cartas, etc. Así, con las educativas clases aportadas por su director y los becarios, mis alumnos fueron capaces de aplicar técnicas novelísticas galdosianas para describir la pinacoteca o entrar en la descripción de algún cuadro determinado con recursos del Realismo.

Cuando en clase les explicaba la poesía de Cairasco de Figueroa y la de Viana (renacentistas), no resultaba fácil hacerles ver que las descripciones sobre costumbres, usos y maneras de vida de nuestros aborígenes (siempre, por supuesto, con las idealizaciones que definen a los autores mencionados) podían pertenecer a muy pocos siglos atrás, a lo mejor a setecientos u ochocientos años. Pero al descubrir por sí mismos el Parque Arqueológico de la Cueva Pintada de Gáldar a través de ordenadas, precisas y exactas informaciones de una gran profesional de la arqueología, llegaron a entender -incluso- por qué el romántico Zerolo meditó sobre el rey Bencomo al visionar su cueva y éste, de repente, lo hace partícipe de cuáles fueron las desgracias de los aborígenes (él, Tinguaro, Sigoñe, Jaineto) tras la arribada del conquistador: "¡El hombre hambriento de fortuna y gloria / va sembrando la muerte en su camino!"

La nueva y activa visión que sus directores y colaboradores tienen sobre los museos y las casas-museo dependientes del Cabildo grancanario permite, en fin, establecer las relaciones que apunté al comienzo. Así, las ayer aburridas y monótonas visitas al pasado estático cobran hoy vida, se metamorfosean, y convierten a nuestros alumnos no ya en visitantes del pasado sino en creadores y enlazadores con su tiempo. Es decir, aprendieron a conectar las producciones artísticas con los contextos sociales y de pensamiento. Estoy seguro de que no olvidarán las magistrales lecciones recibidas.

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