La venta de droga, la prostitución y la violencia se enquistan en Santa Catalina
"Yo he estado en el Bronx de Nueva York, y esto es peor que el Bronx", sostiene Felisa Medina, una vecina de la calle Nicolás Estévanez, que se muestra indignada por la degradación e inseguridad que soportan desde hace años las calles cercanas al parque de Santa Catalina, una zona que los del lugar denominan el ´Bronx´.
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"Esto es una vergüenza, estamos hartos de que nos rompan los pestillos de las puertas, del ruido que no nos deja dormir por la noche, de encontrarnos a gente drogada en las escaleras de nuestros edificios, de que la droga corra por las calles y de que la policía nunca venga cuando les llamamos", se desahoga Rosa, otra residente de la zona, aunque la queja es la misma preguntes a quien preguntes. Y la indignación también. "¿Dónde está la policía?", preguntan todos y aseguran que "los traficantes campan a sus anchas porque no hay vigilancia policial".
Y es que hace años que las peleas, el trapicheo de droga, la prostitución y los robos se han convertido en el paisaje cotidiano de las calles Nicolás Estevánez, Joaquín Costa, Torres Quevedo, Capitán Lucena y Los Martínez de Escobar, las más conflictivas de Santa Catalina, aunque hay otras como Ripoche o Tomás Miller, que tampoco se quedan atrás.
Los residentes advierten que la situación se agrava año a año y consideran que las videocámaras que quiere poner el Ayuntamiento se deberían instalar en esas calles, las más inseguras, pero también entienden que si hubiera más presencia policial, de una manera permanente, el problema desaparecería.
"Hay que vivirlo para saber lo que estamos pasando", cuenta Loreto, una comerciante de la zona, que dice estar harta. "Casi todos los días hay una pelea, gente matándose con una navaja. Llamas a la policía y la mayoría de las veces no viene, dicen que no pueden. Estamos hartos de recoger firmas para que hagan algo. La policía viene, está una semana, pero luego se va y reaparece el problema".
La presidenta de la asociación de vecinos Istmo de Santa Catalina, María Dolores León Morales, considera que la venta de droga está muy ligada a una serie de locales que "todo el mundo sabe cuáles son, pero nadie cierra", y a la existencia de apartamentos de alquiler en los que viven hasta 20 personas. "Sanidad debería actuar y realizar un control de estos apartamentos en los que la gente vive hacinada". La dirigente vecinal se queja también de que varios bares han sido clausurados por la policía, "pero luego el juez manda abrirlos. Los vecinos", advierte León, "no pueden más".
Basura
Rosa regenta un comercio en una de estas calles y asegura que ha visto a "madres acudir con niños pequeños a comprar esa basura. Aquí se vende droga como si nada, hasta por la mañana, y todos sabemos las calles que hay que evitar a partir de cierta hora".
Francisco Moreno está aburrido. Se tiene que levantar todos los días a las 5 de la mañana. "Pero los follones y escandaleras", explica, "no me dejan dormir. El Ayuntamiento dice que quiere instalar cámaras. Yo si quiere, le grabo un vídeo desde mi ventana y se lo regalo". Moreno asegura que desde la una de la mañana comienza la peregrinación en busca de droga. "Aquí viene gente de toda la Isla, hay droga por un tubo y la policía no hace nada. La otra noche un coche arrastró varios metros a una mujer y estuvo hora y media tirada en la calle, porque no venía nadie", indica.
Los vecinos explican que el mayor trapicheo de droga se produce entre las tres y las siete de la mañana, "que son las horas en las que la policía no viene". "Los negros", cuenta Moreno, "se pasan toda la santa noche dando
vueltas con el móvil en la oreja; que le registren la boca, la tienen llena de los boliches esos que venden". Otro vecino tercia en la conversación y aclara que no todos los africanos son traficantes. María vivía en el campo con su marido. Vendieron la casa y se compraron un apartamento en Las Canteras para poder vivir una vejez tranquila. "En mala hora", apunta. Están desquiciados y muertos de miedo. "Esto es un puterío", afirma el marido.
"Lo mismo ha pasado", tercia Moreno, "con muchos extranjeros que se compraron apartamentos en la zona, porque no sabían donde se metían, y ahora están como si vivieran en Alcatraz, con rejas en las ventanas y en las puertas". "Yo quisiera que Soria y la alcaldesa Luzardo vinieran sólo una hora a vivir aquí", señala Felisa, que ha vivido toda su vida en el barrio y allí se piensa quedar, pese a que ya nada tiene que ver con lo que era hace más de 20 años. "No creo que esto se limpie, para ello tendría que estar la policía de manera permanente por aquí", señala.
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"Esto es una vergüenza, estamos hartos de que nos rompan los pestillos de las puertas, del ruido que no nos deja dormir por la noche, de encontrarnos a gente drogada en las escaleras de nuestros edificios, de que la droga corra por las calles y de que la policía nunca venga cuando les llamamos", se desahoga Rosa, otra residente de la zona, aunque la queja es la misma preguntes a quien preguntes. Y la indignación también. "¿Dónde está la policía?", preguntan todos y aseguran que "los traficantes campan a sus anchas porque no hay vigilancia policial".
Y es que hace años que las peleas, el trapicheo de droga, la prostitución y los robos se han convertido en el paisaje cotidiano de las calles Nicolás Estevánez, Joaquín Costa, Torres Quevedo, Capitán Lucena y Los Martínez de Escobar, las más conflictivas de Santa Catalina, aunque hay otras como Ripoche o Tomás Miller, que tampoco se quedan atrás.
Los residentes advierten que la situación se agrava año a año y consideran que las videocámaras que quiere poner el Ayuntamiento se deberían instalar en esas calles, las más inseguras, pero también entienden que si hubiera más presencia policial, de una manera permanente, el problema desaparecería.
"Hay que vivirlo para saber lo que estamos pasando", cuenta Loreto, una comerciante de la zona, que dice estar harta. "Casi todos los días hay una pelea, gente matándose con una navaja. Llamas a la policía y la mayoría de las veces no viene, dicen que no pueden. Estamos hartos de recoger firmas para que hagan algo. La policía viene, está una semana, pero luego se va y reaparece el problema".
La presidenta de la asociación de vecinos Istmo de Santa Catalina, María Dolores León Morales, considera que la venta de droga está muy ligada a una serie de locales que "todo el mundo sabe cuáles son, pero nadie cierra", y a la existencia de apartamentos de alquiler en los que viven hasta 20 personas. "Sanidad debería actuar y realizar un control de estos apartamentos en los que la gente vive hacinada". La dirigente vecinal se queja también de que varios bares han sido clausurados por la policía, "pero luego el juez manda abrirlos. Los vecinos", advierte León, "no pueden más".
Basura
Rosa regenta un comercio en una de estas calles y asegura que ha visto a "madres acudir con niños pequeños a comprar esa basura. Aquí se vende droga como si nada, hasta por la mañana, y todos sabemos las calles que hay que evitar a partir de cierta hora".
Francisco Moreno está aburrido. Se tiene que levantar todos los días a las 5 de la mañana. "Pero los follones y escandaleras", explica, "no me dejan dormir. El Ayuntamiento dice que quiere instalar cámaras. Yo si quiere, le grabo un vídeo desde mi ventana y se lo regalo". Moreno asegura que desde la una de la mañana comienza la peregrinación en busca de droga. "Aquí viene gente de toda la Isla, hay droga por un tubo y la policía no hace nada. La otra noche un coche arrastró varios metros a una mujer y estuvo hora y media tirada en la calle, porque no venía nadie", indica.
Los vecinos explican que el mayor trapicheo de droga se produce entre las tres y las siete de la mañana, "que son las horas en las que la policía no viene". "Los negros", cuenta Moreno, "se pasan toda la santa noche dando
vueltas con el móvil en la oreja; que le registren la boca, la tienen llena de los boliches esos que venden". Otro vecino tercia en la conversación y aclara que no todos los africanos son traficantes. María vivía en el campo con su marido. Vendieron la casa y se compraron un apartamento en Las Canteras para poder vivir una vejez tranquila. "En mala hora", apunta. Están desquiciados y muertos de miedo. "Esto es un puterío", afirma el marido.
"Lo mismo ha pasado", tercia Moreno, "con muchos extranjeros que se compraron apartamentos en la zona, porque no sabían donde se metían, y ahora están como si vivieran en Alcatraz, con rejas en las ventanas y en las puertas". "Yo quisiera que Soria y la alcaldesa Luzardo vinieran sólo una hora a vivir aquí", señala Felisa, que ha vivido toda su vida en el barrio y allí se piensa quedar, pese a que ya nada tiene que ver con lo que era hace más de 20 años. "No creo que esto se limpie, para ello tendría que estar la policía de manera permanente por aquí", señala.
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