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ÁNGEL TRISTÁN PIMIENTA
Alguien en el Ayuntamiento de Telde ha tenido la idea de proyectar un centro comercial con cientos y cientos de aparcamientos en la primera línea de la playa de Melenara, en el amplio espacio donde en la actualidad se encuentra el estacionamiento público, y semigratuito: un euro los fines de semana, que cobran Inválidos Civiles, y nada los demás días. Ya estaban tardando en ´poner en valor´ estos terrenos. Se nota enseguida; en cuanto tienen un rato libre se ponen a pensar, se les ponen los ojos como al tío Gilito cuidando sus bolsas de oro, y lo primero en que piensan es en el mamotreto y en el negocio de los coches.
El problema es que las cosas no son tan sencillas. Lo que funciona en un sitio puede no funcionar en otro. Los desarrollos ni son extrapolables ni responden a las mismas necesidades en distintos lugares del territorio. Telde tiene un excepcional polo de concentración industrial y de negocios entre el Goro y La Mareta. La Mareta
ha convertido a esta ciudad en uno de los epicentros de la economía insular: Alcampo, Leroy Merlin, Decathlon, Makro, Mc Donald, y otras iniciativas en marcha - se habla de Ikea incluso- han creado un foco de enorme dinamismo que irradia efectos multiplicadores en una amplia zona. Ahora también se tiene en fase avanzada de
construcción el parque marítimo y de ocio de Jinámar, que nació como un intento serio de revitalizar el polígono, necesitado de este tipo de actividades y de un cercano mercado de mano de obra. Con estos antecedentes ¿tiene sentido un centro comercial al borde de la playa de Melenara, y no al otro lado de la carretera?
Por la propia configuración del lugar parece obvio que estos solares, en todo caso, tendrían más sentido residencial, de restaurantes, pequeñas tiendas y de verde que ´gran comercial´, para seguir auspiciando el modelo urbanístico y de desarrollo que ha tenido éxito contrastado.. ¿Porqué pues esta ocurrencia si las cosas
parecen tan simples? Como dirían los personajes de Carlos, ".....aaaaaamigo".
Lo peor es que nunca se escarmienta en cabeza ajena. La dirección política del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria ha conseguido con descorazonador tesón hundir comercialmente, y socialmente como consecuencia, todo el Puerto de La Luz con la obsesión por liquidar los aparcamientos gratuitos en la calle y sustituirlos por garajes, donde la hora cuesta una media de dos euros. Como es lógico, porque la gente no es tonta ni manirrota, excepto cuando le da la gana, se ha producido una desbandada hacia otros barrios, con la hipoteca debajo del brazo. Ese es un peligro cierto para muchos pueblos, y ciudades, que han creído descubrir una máquina de hacer dinero en las ´grandes superficies´ y en los estacionamientos de pago, que no están surgiendo de la mano de la iniciativa privada respondiendo a la ley de la oferta y la demanda sino forzados por políticos despegados de la realidad.
No es un tema menor. Melenara es ahora una playa de moda por un conjunto de razones muy concretas, una de ellas es la facilidad de dejar el coche, a un coste mínimo, o ´gratis total´. Gracias a esta accesibilidad no solo se llena la arena de vecinos de Telde y de la capital, que podrían ir a Las Canteras pero no quieren dar vueltas y vueltas y pagar un impuesto revolucionario de cinco a siete euros por jornada playera, sino que se llenan unos restaurantes que han sabido ser competitivos gracias a una adecuada relación calidad- precio en un entorno atractivo. Si cambian las tornas, esto es, si la ambición se desata, sería pan para hoy y hambre para mañana; se haría una buena caja registradora algunos días, pero se fugaría el grueso de la clientela.
En todas partes no funciona el mismo modelo. Parece obvio que en San Fernando de Maspalomas, una localidad que sufre la imaginativa competencia de Vecindario, están tardando en imitar el modelo de La Mareta, con una oferta de suelo que atraiga a Leroy Merlin, a Ikea, a Mc Donald, a algún hipermercado, a las franquicias de fama, con un mercado municipal remozado y enfocado hacia los residentes y como atractivo turístico para productos electos
del país... Pero Melenara no es La Mareta, ni Jinámar, con sus especiales peculiaridades sociales, ni Campo Internacional o Playa del Inglés.
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Alguien en el Ayuntamiento de Telde ha tenido la idea de proyectar un centro comercial con cientos y cientos de aparcamientos en la primera línea de la playa de Melenara, en el amplio espacio donde en la actualidad se encuentra el estacionamiento público, y semigratuito: un euro los fines de semana, que cobran Inválidos Civiles, y nada los demás días. Ya estaban tardando en ´poner en valor´ estos terrenos. Se nota enseguida; en cuanto tienen un rato libre se ponen a pensar, se les ponen los ojos como al tío Gilito cuidando sus bolsas de oro, y lo primero en que piensan es en el mamotreto y en el negocio de los coches.
El problema es que las cosas no son tan sencillas. Lo que funciona en un sitio puede no funcionar en otro. Los desarrollos ni son extrapolables ni responden a las mismas necesidades en distintos lugares del territorio. Telde tiene un excepcional polo de concentración industrial y de negocios entre el Goro y La Mareta. La Mareta
ha convertido a esta ciudad en uno de los epicentros de la economía insular: Alcampo, Leroy Merlin, Decathlon, Makro, Mc Donald, y otras iniciativas en marcha - se habla de Ikea incluso- han creado un foco de enorme dinamismo que irradia efectos multiplicadores en una amplia zona. Ahora también se tiene en fase avanzada de
construcción el parque marítimo y de ocio de Jinámar, que nació como un intento serio de revitalizar el polígono, necesitado de este tipo de actividades y de un cercano mercado de mano de obra. Con estos antecedentes ¿tiene sentido un centro comercial al borde de la playa de Melenara, y no al otro lado de la carretera?
Por la propia configuración del lugar parece obvio que estos solares, en todo caso, tendrían más sentido residencial, de restaurantes, pequeñas tiendas y de verde que ´gran comercial´, para seguir auspiciando el modelo urbanístico y de desarrollo que ha tenido éxito contrastado.. ¿Porqué pues esta ocurrencia si las cosas
parecen tan simples? Como dirían los personajes de Carlos, ".....aaaaaamigo".
Lo peor es que nunca se escarmienta en cabeza ajena. La dirección política del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria ha conseguido con descorazonador tesón hundir comercialmente, y socialmente como consecuencia, todo el Puerto de La Luz con la obsesión por liquidar los aparcamientos gratuitos en la calle y sustituirlos por garajes, donde la hora cuesta una media de dos euros. Como es lógico, porque la gente no es tonta ni manirrota, excepto cuando le da la gana, se ha producido una desbandada hacia otros barrios, con la hipoteca debajo del brazo. Ese es un peligro cierto para muchos pueblos, y ciudades, que han creído descubrir una máquina de hacer dinero en las ´grandes superficies´ y en los estacionamientos de pago, que no están surgiendo de la mano de la iniciativa privada respondiendo a la ley de la oferta y la demanda sino forzados por políticos despegados de la realidad.
No es un tema menor. Melenara es ahora una playa de moda por un conjunto de razones muy concretas, una de ellas es la facilidad de dejar el coche, a un coste mínimo, o ´gratis total´. Gracias a esta accesibilidad no solo se llena la arena de vecinos de Telde y de la capital, que podrían ir a Las Canteras pero no quieren dar vueltas y vueltas y pagar un impuesto revolucionario de cinco a siete euros por jornada playera, sino que se llenan unos restaurantes que han sabido ser competitivos gracias a una adecuada relación calidad- precio en un entorno atractivo. Si cambian las tornas, esto es, si la ambición se desata, sería pan para hoy y hambre para mañana; se haría una buena caja registradora algunos días, pero se fugaría el grueso de la clientela.
En todas partes no funciona el mismo modelo. Parece obvio que en San Fernando de Maspalomas, una localidad que sufre la imaginativa competencia de Vecindario, están tardando en imitar el modelo de La Mareta, con una oferta de suelo que atraiga a Leroy Merlin, a Ikea, a Mc Donald, a algún hipermercado, a las franquicias de fama, con un mercado municipal remozado y enfocado hacia los residentes y como atractivo turístico para productos electos
del país... Pero Melenara no es La Mareta, ni Jinámar, con sus especiales peculiaridades sociales, ni Campo Internacional o Playa del Inglés.
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