Los presos de Salto del Negro se amotinan y apelan al Juzgado por su hacinamiento
La saturación del único centro penitenciario de Gran Canaria se está haciendo insostenible. Ésta es la denuncia de los funcionarios que realizan su labor en Salto del Negro, hartos de trabajar "bajo mínimos" y de tener que hacer frente a motines como el que se generó el pasado lunes con los presos de los módulos dos y tres de la cárcel.
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Los internos llegaron a remitir unas 300 instancias al Juzgado de Vigilancia Penitenciaria para denunciar una privación de su derecho a la comunicación, tras comprobar que no podían utilizar las tarjetas que les ha facilitado la Dirección del centro para llamar por teléfono a sus familiares.
Los cinco cabecillas de este motín tuvieron que ser recluidos en el módulo siete, destinado a las celdas de aislamiento donde los reos pueden pasar incomunicados hasta un máximo de 14 días. La situación del citado módulo siete es también muy precaria, según los funcionarios que custodian a los más de 1.300 presos que se hacinan en Salto del Negro, un centro diseñado para un máximo de 800 internos. Durante más de un mes y medio, este módulo
de aislamiento ha estado cerrado por falta de personal.
Ante la falta de celdas de incomunicación, uno de los condenados por la violación de tres jóvenes fue ingresado en una galería del módulo ocho que ocupaba un centenar de reos. La respuesta no se hizo esperar. Los reclusos lograron abrir la celda del condenado por abusos sexuales y la emprendieron a golpes y cortes con el detenido ante el estupor de 15 funcionarios que poco podían hacer por calmar a los cabecillas de esta acción.
Abrir las celdas de la cárcel de Salto del Negro no es nada difícil. Con una simple chapa se pueden romper los cierres de las puertas, según los funcionarios, que denuncian la falta de seguridad con la que realizan su labor "porque no se respetan ni los servicios mínimos" para la custodia de la población reclusa.
Cortadas
También es habitual que las cortacinas de alambre que rodean los muros de la prisión aparezcan cortadas por los presos. De esta forma tienen la posibilidad de acceder a los tejados del centro y hacerse con los paquetes con droga que les lanzan desde la carretera anexa a la cárcel de Las Palmas.
La razón que llevó a los presos a protagonizar el motín del pasado lunes está en la imposibilidad de alguno de llamar por teléfono a sus familiares. Instituciones Penitenciarias ha instalado en Salto del Negro un sistema de tarjetas para la comunicación de los internos, pero son muchos los que aún carecen de autorización para hacer estas llamadas.
Tras remitir la instancia al Juzgado de Vigilancia Penitenciaria, una de las copias se las queda el preso y otra se registra en la prisión, donde realizan su labor unos 320 funcionarios, cuando la plantilla debería de ser de 360. Cada módulo general acoge a 200 internos, que son custodiados por un máximo de tres carceleros. Ante esta situación, no es extraño que cada 40 días se mande a un grupo de 73 presos a las cárceles de la Península, reconocen los funcionarios, quienes aseguran que a los problemas de seguridad en el centro se suman los riesgos de adquirir enfermedades infecciosas por la masificación.
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Los internos llegaron a remitir unas 300 instancias al Juzgado de Vigilancia Penitenciaria para denunciar una privación de su derecho a la comunicación, tras comprobar que no podían utilizar las tarjetas que les ha facilitado la Dirección del centro para llamar por teléfono a sus familiares.
Los cinco cabecillas de este motín tuvieron que ser recluidos en el módulo siete, destinado a las celdas de aislamiento donde los reos pueden pasar incomunicados hasta un máximo de 14 días. La situación del citado módulo siete es también muy precaria, según los funcionarios que custodian a los más de 1.300 presos que se hacinan en Salto del Negro, un centro diseñado para un máximo de 800 internos. Durante más de un mes y medio, este módulo
de aislamiento ha estado cerrado por falta de personal.
Ante la falta de celdas de incomunicación, uno de los condenados por la violación de tres jóvenes fue ingresado en una galería del módulo ocho que ocupaba un centenar de reos. La respuesta no se hizo esperar. Los reclusos lograron abrir la celda del condenado por abusos sexuales y la emprendieron a golpes y cortes con el detenido ante el estupor de 15 funcionarios que poco podían hacer por calmar a los cabecillas de esta acción.
Abrir las celdas de la cárcel de Salto del Negro no es nada difícil. Con una simple chapa se pueden romper los cierres de las puertas, según los funcionarios, que denuncian la falta de seguridad con la que realizan su labor "porque no se respetan ni los servicios mínimos" para la custodia de la población reclusa.
Cortadas
También es habitual que las cortacinas de alambre que rodean los muros de la prisión aparezcan cortadas por los presos. De esta forma tienen la posibilidad de acceder a los tejados del centro y hacerse con los paquetes con droga que les lanzan desde la carretera anexa a la cárcel de Las Palmas.
La razón que llevó a los presos a protagonizar el motín del pasado lunes está en la imposibilidad de alguno de llamar por teléfono a sus familiares. Instituciones Penitenciarias ha instalado en Salto del Negro un sistema de tarjetas para la comunicación de los internos, pero son muchos los que aún carecen de autorización para hacer estas llamadas.
Tras remitir la instancia al Juzgado de Vigilancia Penitenciaria, una de las copias se las queda el preso y otra se registra en la prisión, donde realizan su labor unos 320 funcionarios, cuando la plantilla debería de ser de 360. Cada módulo general acoge a 200 internos, que son custodiados por un máximo de tres carceleros. Ante esta situación, no es extraño que cada 40 días se mande a un grupo de 73 presos a las cárceles de la Península, reconocen los funcionarios, quienes aseguran que a los problemas de seguridad en el centro se suman los riesgos de adquirir enfermedades infecciosas por la masificación.
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