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La Voz de Gran Canaria

El cinismo que llaman política

El cinismo que llaman política JOSÉ A. ALEMÁN

A Adán Martín le alarma, oye, el rebrote “artificioso e infundado” del pleito insular bajo su régimen de exquisito equilibrio y dos piedras. No lo discutiré porque, total, para qué. Cada cual sabe lo que sabe. Pero resulta significativo que se alarme justo cuando el Círculo de Empresarios grancanario y la Confederación Canaria de Empresarios (CCE) han levantado la voz y no antes. No le preocupan las protestas de la gente de a pie; sí, muchísimo, que los empresarios rechisten. O sea: el motivo de la alarma adánica no es que el pleito salte a la calle sino que dé señales de vida precisamente en los estratos dominantes, responsables históricos del conflicto y sus beneficiarios desde siempre. Los que andan en los aledaños del Gobierno y le influyen cuando no le mandan. Me explico.

Durante los dos primeros años de Gobierno adánico, los mandarines han vendido la superación del pleito insular. Alguna vez les dije que la superación no era tal sino resultado de entendimientos políticos y empresariales suprainsulares articulados sobre el pacto CC-PP, el tándem Mauricio-Soria, al que tocó Gran Canaria en el reparto del territorio y el respaldo del Gobierno central en manos del PP. La combinación ideal para los negocios. El propio Adán certificó esta distribución de influencias cuando el polémico asunto de los casinos: no entró en él porque era cuestión grancanaria. La encuesta recogida hace unos días en CANARIASAHORA puso de manifiesto que el 75% de los grancanarios percibe claramente esta connivencia de intereses político-empresariales. El “todo por la pasta”, para entendernos; que es lo que debería alarmar a Adán.

Al afirmar que la superación del pleito era sordina por razón de intereses, añadí, recuerden, que volvería a manifestarse en cuanto hiciera crisis el “modelo” de connivencia inicial. Y creo que eso es exactamente lo que ocurre. Si se las prometían felices con Rajoy de presidente, la “desaznarización” nacional del 14-M hizo de Soria un socio molesto. Además de no aportar nada vía Madrid, creaba sin cesar dificultades con Zapatero que podían llegar a ser insalvables. Así que Mauricio se le distanció a cuenta del istmo y por último Adán lo expulsó del paraíso; por querer ser como Dios, dijo yo.

En ese momento preciso de la expulsión, a lo que iba, denuncia el Círculo de Empresarios el “bloqueo permanente” de Gran Canaria al que la CCE se unió días después, con lo que ambas organizaciones rompieron su silencio. Y Adán se alarmó, claro. Así que recurrió a la figura del rebrote pleitista, lo que en el críptico lenguaje político isleño, hecho de cinismo y poca vergüenza, equivale a advertir a los empresarios de que ojito, no vaya a írseles todo al carajo si lo sacuden más de la cuenta. No se le escapó a Adán, pues, la sintonía del Círculo y de la CCE con Soria, por lo que su alarma no la produce que la felicidad de los canarios corra algún riesgo de comenzar a embestirse, sino que las dos organizaciones empresariales acaben respaldando el insularismo recién estrenado del PP.

En otras palabras: los términos de la connivencia anterior, la que los mandarines dieron por superación del pleito, ya no sirven. La serie de secuelas del 14-M culminó en que Soria perdiera su mano en el Gobierno, lo que dejó a los empresarios cierta sensación de orfandad porque Mauricio es como es; nada de fiar, o sea.

Podría decirse, por tanto, que las organizaciones empresariales le han enseñado los dientes a Adán. No mandaron envío sino seña que el presidente captó, así que se dispone a estar más tiempo en Gran Canaria y ganar la confianza necesaria para montar otro modelo de connivencia adaptado a las actuales circunstancias.

Se trata de la primera implicación directa de Adán en Gran Canaria; a costa quizá de Mauricio, que igual no se deja, tal como es. Habrá que estar pendiente de la pantalla porque igual Soria da pistas según apriete con el insularismo o lo mantenga de amenaza latente, como advertencia a Adán si los empresarios que controlan las organizaciones profesionales no quedan satisfechos. Son como niños.
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