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La Voz de Gran Canaria

No nos dejemos engañar

No nos dejemos engañar JOSÉ A. ALEMÁN

A veces no sé si la alcaldesa Luzardo sólo comete errores como cualquier ser humano o si es un error toda ella. En un tiempo pensé que sus rembalones los propiciaban gentes cercanas a ella, por malevolencia o de puro zoquetes, que haberlos, háylos. Después recordé la de años que lleva en ese ayuntamiento y la relacioné con antiguos compañeros de colegio a los que podían echarles encima cursos y cursos de latín sin que aprendieran siquiera las declinaciones; y nada les digo de las conjugaciones, devenidas con los verbos irregulares en supuestos a perseguir por Protección de Menores. Así, en homenaje a aquellos compañeros, decidí no hacerle mucha sangre. A Luzardo, quiero decir.

No he cambiado de criterio y si me ocupo hoy de ella es por gratitud. Le estoy agradecido a la alcaldesa porque, al ser ella como es, ha confirmado la sospecha de que para los políticos lo que valen no son los intereses de los administrados, sino los del partido (y los personales, por supuesto). Ahí es nada admitir que no se tiró antes al cuello de Adán porque el PP era socio de ATI-CC y formaba parte del Gobierno. Un matrimonio contra el que nada dijeron, por cierto, los obispos.

Sin entrar ni salir en lo razonable o no de las denuncias luzardinas, éstas pierden fuerza y quedan relativizadas ante el palmario reconocimiento de que hubiera seguido callada si Adán no expulsa a Soria del paraíso. Lo mismo puede decirse de Soria, que bloqueó varias iniciativas a favor de los intereses grancanarios antes de meterse a falso Bentejuí: los seis escalones arriba no son suficientes para un batacazo como el del héroe de la resistencia aborigen.

Tratan de hacernos caer de nuevo en la trampa. Ni el Gobierno de Adán Martín era tan justo y exquisitamente equilibrado cuando el PP estaba con él ni se ha trocado en el peor, aunque lo sea, porque ya no amigue con Soria. De la conformidad de antes al insularismo destemplado y gritón que ahora practican Soria y Luzardo hay opciones no intermedias y gradables sino indicadoras de otros caminos ajustados a la realidad de lo que ocurre en el fondo.

Volveré a repetir que no es el neoinsularismo soriásico el indicado para criticar o combatir al Gobierno. Sólo para echar un pulso los de arriba. Al Gobierno lo controla un pequeño pero poderoso núcleo de intereses políticos y empresariales compinchados hasta no hace tanto y entre los que han surgido problemas. Tan contentos estaban el PP, para el Círculo de Empresarios y la CCE que no abrieron la boca hasta que Adán puso a Soria en la puerta de la calle. Un conflicto entre ellos, insisto, que, para variar y dejando a un lado el fundamento de las quejas, han proyectado sobre la sociedad para conseguir la presión social suficiente con que obtener lo que no lograron durante el conchabo. Proporcionando de paso, al Gobierno y a ATI, la oportunidad de escaquearse con el añadido de un hipócrita rasgado de las vestiduras ante la supuesta insurgencia insularista de la otra parte, que es la segunda parte de la tercera parte y elija cada cual la parte que prefiera.

Al margen de los desequilibrios, que los hay pero no son tema de hoy, la virulencia real o exagerada del insularismo es un fracaso político del Gobierno. Es increíble que haya de recordarse que arreglar estos asuntos es tarea del Gobierno canario y no del de Merimé; pero lo cierto es que el Gobierno adopta actitudes de víctima de una situación que, por lo visto, está fuera de su ámbito de acción y competencias cuando es el principal protagonista responsable de lo que hay; porque está a merced del funcionamiento del conchabo político-empresarial y porque ha tomado o mantienen decisiones de las que no midió sus consecuencias por falta de talento político.

Por más que les pese a los propagandista áticos y sus cómplices, en Gran Canaria mucha gente ha comprendido que el enemigo no son los tinerfeños sino el Gobierno y el partido que utiliza mal sus votos. Tan claro lo tiene el Gobierno que Mauricio arremetió contra los empresarios protestones grancanarios y contra la alcadesa Luzardo. No deja de tener razón el consejero en la valoración de estos personajes, lo que tampoco es tema de hoy, sino que algo busca cuando se viene arriba a echar al fuego más madera empapada de gasolina. Le inquieta que en Gran Canaria, a pesar de lo que se desprende de los periódicos, se tienda a poner en el punto de mira no a Tenerife sino al Gobierno, a ATI y a cuanto él significa, por más que Soria y las organizaciones empresariales den otra impresión.
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