No podemos cerrar los ojos ante el Hospital Insular
PAQUI DOMINGUEZ*
El jueves, 24 de febrero, estuve desde las 17 horas hasta las 21.30 horas en la puerta de Urgencias del Hospital Insular, con discreción, sólo quería estar cerca de quienes sufren el dolor de acompañar a sus familiares en unos momentos críticos ante la incertidumbre de un diagnóstico sobre el mal que aqueja a un ser querido.
Las ambulancias llegaban cada cuatro, cinco o diez minutos con hombres y mujeres que no sólo prestan sus servicios en el transporte físico sino también en el apoyo emocional a quienes sienten que abandonan la vida.
La puerta era abierta cada poco, por la insistencia de quienes desde fuera querían saber lo que pasaba dentro, siempre por la misma persona, una señora que en cuatro horas y media no abandonó la sonrisa y la paciencia con quienes demandaban información, ver a su familiar, o saber si ya tenían el resultado de las pruebas, si la iban a dejar ingresada o le daban el alta Cada poco dejaba entrar a alguien, pidiéndole que fuera breve, porque si se agrupaban dentro los médicos y enfermeras no podrían trabajar. Cuando la señora, celadora o auxiliar de clínica, cerraba la puerta se oían comentarios como: Yo no haría su trabajo ni por todo el dinero del mundo...; ¿Cómo llegará a su casa? Lo que casi todos no verbalizamos pero sentimos que esta señora era la esperanza entre el dolor y la incertidumbre.
En estas cuatro horas y media, de pie, justo al lado de la puerta, fue un lugar privilegiado para observar y luego reflexionar. Por ejemplo las personas que salían de la sala de espera a fumar en un 90% fueron mujeres. Los acompañantes, en su mayoría eran tres por paciente, con algunas excepciones en la que una abuela, afortunada en afecto, contaba con sus hijos/as, nietos/as. Escuché hablar en inglés y en .italiano, posiblemente, turistas, quizás ciudadanos europeos que residen en nuestra isla.
Una familia, bastante cansada, llevaba dos días en urgencias, esperando un diagnóstico que tardaba más de lo que su preocupación y nerviosismo les permitía aguantar. En una de las entradas en las que sufrían por lo agobiante que era ver a los pacientes en los pasillos, en camillas, unos con dolor, otros resignados y todos deseando salir de un espacio y ambiente que podría ser el escenario de una angustiosa pesadilla. Esta familiar fue informada de la posibilidad de que su madre podría ser trasladada a un centro concertado. Cuando salió e informó, de repente el nerviosismo invadió el ambiente, porque no estaban seguros que fuera lo mejor, querían un diagnóstico, y hasta una señora que no era de la familia opinó, No se la lleven, que la atiendan aquí, no firmen el alta mientras otro señor, que tampoco era de la familia decía que lo pensaran
Cuando hace ya unos cuantos años, acompañada por profesionales del Hospital hice el recorrido por las instalaciones y comprobé en el estado en el que se encontraban, supe que teníamos que luchar por mejorar las instalaciones, había que hacer prácticamente un hospital nuevo, pero este hospital que nunca se ha cerrado por obras, no deja de ser un caos para los pacientes, familiares, profesionales que tampoco han dejado de prestar sus servicios a pesar de los problemas e inconvenientes
Usted, que me honra, leyendo este artículo se preguntará ¿y qué? Pues sencillamente, en mi experiencia al servicio de esta comunidad, procuro acercarme a las situaciones problema, y a las personas que las padecen, intentar desde cerca buscar soluciones, con el objetivo fundamental de la responsabilidad y la defensa, en este caso de la sanidad pública, que cuente con la atención, dedicación y recursos para mejorar un servicio comunitario, desde la gestión pública, con garantía de igualdad y universalidad.
Como concejala del Ayuntamiento de Agüimes y diputada por Gran Canaria, me he reunido con las gerentes, tanto de Atención Primaria como de los dos hospitales y seguiré en la misma línea, independientemente de quienes ocupen estos cargos como de quién sea responsable de la Dirección General del Servicio Canario de Salud o de la Consejería. Por supuesto, estoy al servicio de las personas usuarias de nuestra sanidad pública y de los profesionales para encontrar juntos soluciones a los problemas que sufrimos: listas de espera, urgencias, consultas externas, servicios socio sanitarios
Con la seguridad de que sólo la salud de nuestra sanidad mejorará con el esfuerzo de todos, es hora de consensuar y unir nuestras voces para lograr que este servicio imprescindible esté a la altura de las demandas de nuestra sociedad canaria.
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* Paqui Domínguez, Concejala de Sanidad del Ayuntamiento de Agüimes y diputada en el Parlamento de Canarias
El jueves, 24 de febrero, estuve desde las 17 horas hasta las 21.30 horas en la puerta de Urgencias del Hospital Insular, con discreción, sólo quería estar cerca de quienes sufren el dolor de acompañar a sus familiares en unos momentos críticos ante la incertidumbre de un diagnóstico sobre el mal que aqueja a un ser querido.
Las ambulancias llegaban cada cuatro, cinco o diez minutos con hombres y mujeres que no sólo prestan sus servicios en el transporte físico sino también en el apoyo emocional a quienes sienten que abandonan la vida.
La puerta era abierta cada poco, por la insistencia de quienes desde fuera querían saber lo que pasaba dentro, siempre por la misma persona, una señora que en cuatro horas y media no abandonó la sonrisa y la paciencia con quienes demandaban información, ver a su familiar, o saber si ya tenían el resultado de las pruebas, si la iban a dejar ingresada o le daban el alta Cada poco dejaba entrar a alguien, pidiéndole que fuera breve, porque si se agrupaban dentro los médicos y enfermeras no podrían trabajar. Cuando la señora, celadora o auxiliar de clínica, cerraba la puerta se oían comentarios como: Yo no haría su trabajo ni por todo el dinero del mundo...; ¿Cómo llegará a su casa? Lo que casi todos no verbalizamos pero sentimos que esta señora era la esperanza entre el dolor y la incertidumbre.
En estas cuatro horas y media, de pie, justo al lado de la puerta, fue un lugar privilegiado para observar y luego reflexionar. Por ejemplo las personas que salían de la sala de espera a fumar en un 90% fueron mujeres. Los acompañantes, en su mayoría eran tres por paciente, con algunas excepciones en la que una abuela, afortunada en afecto, contaba con sus hijos/as, nietos/as. Escuché hablar en inglés y en .italiano, posiblemente, turistas, quizás ciudadanos europeos que residen en nuestra isla.
Una familia, bastante cansada, llevaba dos días en urgencias, esperando un diagnóstico que tardaba más de lo que su preocupación y nerviosismo les permitía aguantar. En una de las entradas en las que sufrían por lo agobiante que era ver a los pacientes en los pasillos, en camillas, unos con dolor, otros resignados y todos deseando salir de un espacio y ambiente que podría ser el escenario de una angustiosa pesadilla. Esta familiar fue informada de la posibilidad de que su madre podría ser trasladada a un centro concertado. Cuando salió e informó, de repente el nerviosismo invadió el ambiente, porque no estaban seguros que fuera lo mejor, querían un diagnóstico, y hasta una señora que no era de la familia opinó, No se la lleven, que la atiendan aquí, no firmen el alta mientras otro señor, que tampoco era de la familia decía que lo pensaran
Cuando hace ya unos cuantos años, acompañada por profesionales del Hospital hice el recorrido por las instalaciones y comprobé en el estado en el que se encontraban, supe que teníamos que luchar por mejorar las instalaciones, había que hacer prácticamente un hospital nuevo, pero este hospital que nunca se ha cerrado por obras, no deja de ser un caos para los pacientes, familiares, profesionales que tampoco han dejado de prestar sus servicios a pesar de los problemas e inconvenientes
Usted, que me honra, leyendo este artículo se preguntará ¿y qué? Pues sencillamente, en mi experiencia al servicio de esta comunidad, procuro acercarme a las situaciones problema, y a las personas que las padecen, intentar desde cerca buscar soluciones, con el objetivo fundamental de la responsabilidad y la defensa, en este caso de la sanidad pública, que cuente con la atención, dedicación y recursos para mejorar un servicio comunitario, desde la gestión pública, con garantía de igualdad y universalidad.
Como concejala del Ayuntamiento de Agüimes y diputada por Gran Canaria, me he reunido con las gerentes, tanto de Atención Primaria como de los dos hospitales y seguiré en la misma línea, independientemente de quienes ocupen estos cargos como de quién sea responsable de la Dirección General del Servicio Canario de Salud o de la Consejería. Por supuesto, estoy al servicio de las personas usuarias de nuestra sanidad pública y de los profesionales para encontrar juntos soluciones a los problemas que sufrimos: listas de espera, urgencias, consultas externas, servicios socio sanitarios
Con la seguridad de que sólo la salud de nuestra sanidad mejorará con el esfuerzo de todos, es hora de consensuar y unir nuestras voces para lograr que este servicio imprescindible esté a la altura de las demandas de nuestra sociedad canaria.
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* Paqui Domínguez, Concejala de Sanidad del Ayuntamiento de Agüimes y diputada en el Parlamento de Canarias
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