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La Voz de Gran Canaria

Morir de éxito

Morir de éxito FRANCISCO POMARES

Cuando escribo estas líneas no sé quién diablos habrá ganado (o perdido) la batalla de Coalición Canaria anoche en Las Palmas. Lo cierto es que ni lo sé ni me importa un bledo. Perdón por la confianza, pero es una verdadera vergüenza que el partido que Gobierna esta región ande metido en una guerra de guerrillas intestinas sin final previsible ni vencedor creíble. A estas alturas lo único que diferencia a Coalición Canaria de un festín caníbal es que en Coalición se comen unos a otros hasta los vegetarianos. Uno tiene la obligación de tratar con seriedad y rigor a los señores que se dedican a la política (incluso a los nacionalistas), pero cada vez se hace más cuesta arriba tomarse en serio estas peleas tan miserables y mezquinas por convertirse en dueños y señores absolutos de la misma nada.

El creciente deterioro de Coalición como organización política no se produce sólo en Gran Canaria: acabará por convertirse en una moda. Los únicos sitios de Canarias donde Coalición Canaria no tiene problemas serios son en La Gomera y en La Palma. En La Gomera porque no existen y en La Palma porque -es bien sabido- los palmeros suelen llevar la contraria en todo. En fin, que en Tenerife el alcalde de La Orotava, Isaac Valencia, acaba de amenazar a su propio partido con abandonarlo si no le permiten construir un hotel que va en contra del l Plan Insular de Ordenación. Valencia, imitando a los peperos de Orense, ha dado un plazo de una semana a Ricardo Melchior para que se piense si le deja o no construir un hotelito de lujo con su palacete de congresos adosado. Y no es el único: a la de tres, el complejo tinglado que Coalición se ha montado en las Islas puede perfectamente estar a punto de desmoronarse, en medio de una generalizada crisis de autoridad -de la Presidencia del Gobierno a la de Coalición, y tiro porque me toca-, en la que cada cual pone a caer de un burro a todos los demás y nadie se ocupa más que de sus propios asuntos.

Les reconozco que añoro aquellos días en los que los ´modernos nacionalistas´ parecían tomarse a sí mismos en serio. No entiendo que estén quemando de esta forma tan inconsciente y vana el capital político que gentes como Manuel Hermoso, Lorenzo Olarte, Victoriano Ríos, Antonio Castro o Tomás Padrón (otro instalado hoy en el disparadero del descontento) contribuyeron a crear con sentido del sacrificio, carretadas de ilusión, capacidad de compromiso, y un tremendo esfuerzo. Tras perder las elecciones de 1996, Felipe González dijo que los socialistas habían "muerto de éxito". Pues éstos van por el mismo camino: tienen una indigestión de soberbia, y mucha menos capacidad de aguante.

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