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La Voz de Gran Canaria

De recaudaciones

De recaudaciones JUAN IGNACIO JIMÉNEZ MESA

No hay sorpresa, más bien lo contrario, en los datos sobre recaudación de impuestos autonómicos en 2003. Que en las Islas orientales, en la provincia de Las Palmas, se recauda más que en la de Santa Cruz es algo que sabemos que ocurre desde que, con el REF, se creó el sistema impositivo regional. Antes cada Cabildo gestionaba sus ingresos, se los guisaba y se los comía. Desde entonces, desde que se decidió el "fifty fifty", una provincia, Las Palmas, viene ingresando más que la otra, porque el tirón comercial y turístico de Gran Canaria, y luego el vertiginoso despegue de Lanzarote y Fuerteventura, contribuyeron a que los conceptos por los que se recauda en las Islas (facturación y tráfico de
empresa, e importación de mercancías) fuesen mucho más importantes en esta banda. Las cosas, sin embargo, empezaron a cambiar hace años, en la última década, de modo que la mayor recaudación de Las Palmas, aunque siga llamando la atención por su importe, tiende a bajar, a equilibrarse.

Lo que sí llama la atención, y no debe pasar desapercibido para un observador atento, es que ya, en estos momentos, el único capítulo por el que se recauda más en Las Palmas es el IGIC, el impuesto indirecto que grava el tráfico comercial desde la perspectiva contable. Ello parece dar la razón a quienes piensan que todo depende del lugar donde se fije la sede regional de la empresa y no tanto de donde se vende y se prestan realmente los servicios, que es el hecho imponible. Sin embargo, los impuestos recaudados a través del movimiento físico de mercancías (APIC y AIEM), que tienen algo más que ver con el consumo real, arrojan cifras más altas en la provincia occidental, sobre todo en la isla de Tenerife. Es difícil interpretar ese sesgo, pero de alguna forma indica que se está produciendo un mayor dinamismo económico
en esa isla, cosa evidente por otra parte, teniendo en cuenta el crecimiento de la oferta turística, que como todo el mundo sabe es el único motor con fuerza de empuje en la economía canaria.

Todavía hay quien se sorprende ante esa realidad, pero nada tiene de revelación estadística decir que en la última década casi se duplicó la oferta turística del sur de Tenerife, en tanto que la de Gran Canaria quedó prácticamente estancada. No es extraño, por tanto, que Tenerife reciba un millón más de visitantes que gastan y consumen allí, y que por tanto necesitan mercancías cuya entrada genera esos impuestos.

Por estos días huele de nuevo a política de enfrentamiento interinsular en Gran Canaria, tendencia cíclica que tiene mucho que ver con el descontento social y económico. La instrumentación de algunos datos estadísticos puede contribuir a exacerbar posiciones, pero reflexionar sobre las causas que están en el origen de esos datos sería más aconsejable. ¿Quiénes han contribuido a que se detenga el crecimiento económico de Gran Canaria, y especialmente su desarrollo turístico? Lo más fácil es pensar en la torpeza o la desidia de los dirigentes políticos, o en la falta de espíritu
de iniciativa en los empresarios, pero un repaso a los comportamientos y actitudes de los últimos años daría como conclusión un hecho cierto: ha sido toda la sociedad, genéricamente hablando, la que ha propugnado ese brusco frenazo al crecimiento económico. Los políticos se sumaron a tal actitud y trataron de sacar partido de ella, así como los empresarios ya establecidos, que de ese modo evitaban competencia, pero en el origen fue una especie de miedo o vértigo que ancló en la mentalidad popular, quizás a causa del desbordante crecimiento de años anteriores. No hace falta, por tanto, buscar muy lejos el origen del retroceso relativo de Gran Canaria en parámetros de crecimiento económico. Ni siquiera están en la isla de enfrente.

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