Plagas en rojo y negro
De ser ciertas las palabras del consejero de Agricultura, Pedro Rodríguez Zaragoza -quien dijo tener controlada la plaga del picudo rojo en las Islas-, Canarias habrá entrado en la historia como el lugar rápido del mundo que ha vencido al escarabajo más temido del planeta. En sólo cinco meses -el picudo rojo se detectó de manera oficial en septiembre de 2005- se ha logrado acorralar una plaga contra la que nada ha podido hacer la ciencia en la Península desde 1993, en Israel desde 1999 o en Egipto desde mucho tiempo antes.
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Los expertos no se creen la versión del consejero. El especialista en palmeras y miembro de la asociación para la defensa de la palmera canaria Tajalague, Eduardo Franquiz, ya ha calificado sus palabras de «utopía». Y los expertos que participaron en la I Jornada sobre el Picudo Rojo de la Palmera Canaria, celebrada en Santa Lucía a fines de febrero, prefieren no hablar de resultados al menos hasta dentro de un plazo de cinco años desde la puesta en marcha de un plan de erradicación completo.
El Gobierno canario no ha sabido reaccionar. Ante las dimensiones de una plaga que ha acabado ya con la vida de medio millón de palmeras sólo en Egipto, el Ejecutivo autónomo se ha dedicado a lanzar mensajes de tranquilidad. Así reducen a 65 el número de palmas afectadas en las Islas cuando los especialistas refieren más de 200 casos; y aluden al control del picudo cuando eminencias como la israelí Victoria Soroker o la alicantina Susana Gómez hablan de «amenaza mundial» e «invasión mortífera» respectivamente.
descoordinación. Tampoco contribuye a tranquilizar los ánimos la falta de coordinación en las actuaciones. Así, mientras el Gobierno prohibe la importación de palmeras, llega a Tenerife una partida de 220 unidades procedentes de Egipto -el principal foco emisor de picudo rojo-, según denunció Eduardo Franquiz. El otro ejemplo de descoordinación se ha vivido en la última semana: mientras el consejero de Agricultura aseguraba que la plaga estaba bajo control, el titular de Medio Ambiente, Domingo Berriel, ponía en marcha un plan para «determinar con exactitud el alcance real de la afección de la plaga», según rezaba la nota de prensa oficial.
Pero las circunstancias no sólo han superado al Gobierno canario. En el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, el concejal de Zonas Verdes, Antonio Naranjo, empezó negando la existencia de una plaga, limitando la presencia del picudo rojo a una sola palmera. El edil aseguró que se estaba realizando una inspección de las palmeras, una a una, por toda la ciudad y que no se habían detectado más casos. Sin embargo, el tiempo jugó en su contra: aparecieron dos más en la plazoleta de Farray -tras el descubrimiento de otra en Franchy Roca- y al eliminar otras que supuestamente estaban sanas también se descubrió que una de ellas estaba afectada. Al final, lo que era un caso aislado ha terminado por convertirse en cinco y los expertos creen que el curculiónido se puede haber extendido más allá al haber constancia de que un picudo rojo cayó en una trampa por la zona de Usos Múltiples.
Los próximos meses serán importantísimos para conocer la verdadera extensión de la plaga. Con el buen tiempo, el picudo rojo aumenta sus ciclos biológicos. Será entonces cuando se podrá verificar si las previsiones más pesimistas son realistas y la plaga está más desarrollada de lo que dicen los políticos. Será entonces cuando llegue la hora de la palmera canaria.
El picudo rojo (Rhynchophorus ferrugineus) es la mayor amenaza a que se enfrenta la palmera canaria. Se trata de un escarabajo que mata a las plantas que ataca, que es muy complicado de detectar y para el que todavía no se ha encontrado ningún remedio. Una vez que se verifica su presencia, no hay más opción que sacrificar la palmera infectada. El picudo rojo mide entre 2 y 5 centímetros y su color rojizo lo hace fácilmente identificable. Deposita unos 500 huevos y se alimenta de la savia de la palmera hasta que acaba con su vida.
picudo negro
El día que un emigrante de Icod, en la isla de Tenerife, decidió plantar un banano en su finca de aquella zona, no se podía imaginar que en las ramas de aquel arbusto que se había traido como recuerdo de su estancia en Venezuela, habitaba uno de los bichos más peligrosos de los que se conocen en la agricultura. Aunque no está extendido en las Islas, el picudo negro actúa introduciéndose en el tronco de las plataneras y socavando su cuerpo realizando enormes galerías que van debilitando el arbusto. Cuando se descubre ya es demasiado tarde.
Un pariente menos dañino y de otro color
El hábito no hace al monje, pero sí al picudo. O por lo menos en el caso del picudo negro. Desde que comenzó a extenderse el miedo por la posibilidad de que las palmeras de toda Canarias se vieron perjudicadas por el picudo rojo, los plataneros ya sabían qué tipo de bicho era del que estaban hablando.
Dicen que fue un inmigrante retornado de Venezuela el que lo trajo a las Islas, concretamente a la de Tenerife, en el año 1982. Lo hizo en un ejemplar de banano que luego plantó en su finca de Icod, donde encontró el acomodo que le ha permitido vivir más de diez años entre los vecinos de la otra Isla.
La manera de actuar del gorgojo, como lo llaman los medianeros de las fincas tinerfeñas, es la misma que la de su pariente cercano. Barrena las plataneras y se mete dentro haciendo enormes galerías. En más de una ocasión, según cuentan los encargados de las fincas, «al ir a cortar una piña de plátanos, el rolo se ha caido entero al suelo».
A diferencia de su pariente rojo, en el caso del picudo negro, las trampas hechas con feromonas sí lo han hecho acudir al recipiente de plástico, donde queda atrapado. De hecho se revela como el sistema más eficaz, ya que en un total de 80 fincas llega a recogerse hasta ocho kilos de picudos negros que acuden al olor.
La característica común entre los picudos es su capacidad para abrir galerías e introducirse en el corazón de los arbustos que toma como lugar de residencia. Tanto en la palmera como en la platanera, el bicho se introduce en los troncos excavando y las galerías llegan a ser de tal diámetro que terminan por hacer caer los troncos prácticamente huecos y sin materia en la que soportarse adecuadamente. El pequeño bicho tumba los arbustos.
900 trampas por todo el archipiélago
La Consejería de Medio Ambiente del Gobierno de Canarias ha previsto la instalación de 900 trampas de feromonas en todo el Archipiélago para conocer la extensión real de la plaga del picudo rojo. Por Islas, la distribución es como sigue: en Fuerteventura, 200; en Gran Canaria, 250; en Tenerife, 200; en Lanzarote, 100; en La Gomera, 100; en La Palma, 40 y en El Hierro 10. Todos los muestreos se realizarán a una distancia superior a 5 kilómetros de los focos conocidos de la presencia de la plaga, en Gran Canaria y Fuerteventura. Estas medidas son las contempladas dentro del plan bautizado como Medidas preventivas y paliativas ante la presencia del Rhynchophorus ferrugineus Olivier (picudo rojo) en los palmerales de Canarias. Dicha encomienda, que debe estar finalizada el 30 de junio de 2006, se organiza en dos fases: muestreo intensivo de localización del picudo rojo en el medio natural, antes del 30 de abril; y la segunda fase o entrega del documento cartográfico de localización de palmeras, en especial de las canarias, en un ratio de dos kilómetros de los palmerales naturales, antes del 30 de junio de este año.
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