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La Voz de Gran Canaria

Naturaleza norteña

Naturaleza norteña

NICOLÁS GUERRA AGUIAR

Según las últimas estadísticas, Canarias fue la única comunidad española que tuvo un claro descenso en la llegada de turistas extranjeros. Comenzado este año, vuelven a repetirse imágenes de un turismo muy concreto: se trata de miles de personas que aprovechan bajísimos precios y cuyas inversiones económicas en comercios o restaurantes canarios nada significan. Me estoy refiriendo a quienes por cuatro euros llegan de Gran Bretaña para una semana con avión y apartamento en el Sur incluidos. Los chonis son fácilmente reconocibles: sandalias y calcetines ampulosamente coloreados o en un blanco más discreto. ¿Es ese turismo el que ansiamos potenciar en el Norte?

Por otra parte, hay algo también muy claro: nosotros no podemos competir en instalaciones con San Agustín, El Inglés, Maspalomas. Por tanto, ¿qué tal si la Mancomunidad de Ayuntamientos del Norte organiza rigurosas, inteligentes y serias visitas de un turismo amante de la cultura, las tradiciones, la gastronomía, de aquello que define a los pueblos? ¿No hay acaso desde Arucas hasta La Aldea, con paradas en Guía, Gáldar, Agaete -y llegando hasta los municipios interiores- arquitecturas, agriculturas, latente historia milenaria en el Cenobio de Valerón, la Cueva Pintada, la Necrópolis de El Agujero... como para atraer a un turismo peninsular minoritario, eso sí, pero interesado y culto, con posibilidades económicas? ¿No tienen nuestras costas, nuestras cumbres norteñas, paisajes vírgenes, bellos en su más sencilla y sensible manifestación, que reclamen a quienes aman lo relacionado con la Naturaleza?

Es verdad que lo expuesto exige fantasía, estudios rigurosos, diálogo, profesionalidad, rigor... Pero si seguimos machacando, destrozando, despersona- lizando lo poquito que nos queda, llegaremos a cubrir de cemento laderas, montañas, barranquillos y barrancos. Y después, ¿qué? ¿Queremos una zona norteña para un turismo de cantidad que no sólo no gasta sino que, para su servicio, todo se destruye, incluso hasta las ilusiones de los canarios que ansiamos seguir de manos con la Naturaleza, la misma que nos dio Botija?

El Gobierno central acaba de aprobar el nuevo convenio de carreteras. Dicen que hay casi dos mil millones de euros para distintas obras y, entre ellas, las conexiones viarias La Aldea-Agaete y Arucas-Pagador. Parece que las obras se ejecutarán antes de 2017 (¿y Pagador-Guía?). Mientras se licitan y ejecutan, ¿no puede la Mancomunidad del Norte romper encorsetamientos burocráticos y lanzarse con más brío, fuerza y decisión que hasta el momento, ahora que, supongo, alguna comisión oficial habrá visitado la Feria Internacional de Turismo de Madrid?

Otro grave peligro se nos viene encima y que así, de repente, podría parecer que es producto del más solemne desprecio a todo aquello que signifique respeto a la Naturaleza. Pero, más bien -por deferencia a la institución gubernamental- he de estimar que hubo un imprudente desliz en los comentarios del señor consejero de Infraestructuras cuando afirmó hace un par de semanas que si para construir viviendas es necesario tocar el suelo rústico, él es partidario de hacerlo "porque primero están las personas que los mosquitos".

Sin duda alguna, no estuvo acertado, más bien atolondrado, temerario: ni las personas se pueden comparar con los mosquitos ni la filosofía de los ecologistas y el razonado y estudiado desarrollo son incompatibles. Viviendas dignas, por supuesto que sí, quién lo duda. Pero antes de tocar el suelo rústico hemos de plantearnos algo muy importante: ¿queremos una Naturaleza recreada, de expansión física y espiritual, ordenada con rigor y seriedad, que nos sirva de relajación o, al contrario, la llenamos de cemento y de urbanizaciones descontroladas, rompe- doras de equilibrios ecológicos y de bellezas naturales como en el Sur? Cuando se está en un cargo hay que ser más serios. Porque no quiero creer que el señor consejero haya querido decir lo que sobreentiendo, que todo son solares.

Nadie se opone al progreso, qué disparate. Pero sí a la anarquía, al desordenado quehacer, a la destructiva acción humana que nos está dejando con lo puesto. Y la verdad es que o frenamos tanto disparate producto de la inconsciencia y de los malentendidos intereses o, por el contrario, nos quedamos sin Isla.

Las empresas crean puestos de trabajo, son productivas, en torno a ellas se desarrollan muchas familias que estarían con una mano delante y otra detrás si no fuera por los empresarios. Pero de entre ellos conozco a muchísimos que aceptarían de muy buen grado limitaciones, sabias planificaciones, humanizadoras construcciones, racionales fábricas que no sólo no rompan el paisaje sino que, sabiamente construidas, lo puedan complementar.

Sí al progreso, sí al desarrollo, pero con planificación y racionalidad, con sentido estético, con respeto al medio, a la Naturaleza isleña que ya cantara nuestro paisano Cairasco de Figueroa allá en el siglo XVI:

Del cielo puso aparte lo más noble;
del aire, lo más puro y regalado;
del mar, lo menos bravo y más tranquilo
y del terreno sitio lo más fértil.
Esta es la isla de Gran Canaria
a quien su nombre dio también Fortuna

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