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La Voz de Gran Canaria

Infierno en las aulas canarias

Infierno en las aulas canarias

Ángeles Martín es profesora en un instituto del sur grancanario y víctima del ambiente hostil que, según varios sectores, se detecta en la actualidad en los centros escolares. Su testimonio revela una realidad "alarmante", pero desmentida por los responsables de Educación Ángeles apuesta por no ocultar la realidad y adoptar medidas urgentes que pongan freno a la violencia que se vive en los centros escolares. Ambas son testigos de una realidad que consideran "alarmante".
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Ángeles Martín es profesora de Secundaria en la especialidad de Filología Inglesa en un centro público de Maspalomas, tiene 39 años y decidió dedicarse a la enseñanza por vocación. Sin embargo, el miedo a entrar en un aula y, en definitiva, a enfrentarse a la violencia que ha soportado en el centro donde ha impartido clases en los últimos cuatro años, la paralizan a la hora de dar su nombre real. Ante esta circunstancia optamos por adjudicarle un nombre ficticio. Por desgracia, su testimonio es tan real como la vida misma.

En la actualidad Ángeles Martín se encuentra de baja médica por depresión. Llegó al límite de su capacidad física y emocional cuando hace cuatro meses sufrió una crisis de ansiedad en presencia de los alumnos. El aula de un centro de Secundaria de Maspalomas donde ejerce como profesora interina empezó a girar ante sus ojos, a punto estuvo de desmayarse y su cuerpo aparecía convulsionado por los temblores, no podía parar el llanto, los oídos casi le estallan de pitidos y su respiración se tornó entrecortada. Durante quince días no pudo controlar el llanto. Cuatro meses más tarde el fuerte tratamiento farmacológico que soporta para mitigar su ansiedad no obtiene resultados positivos cuando llega la noche. Entonces, Ángeles cierra los ojos y su mente sigue pegada a las aulas. Allí descubre a los alumnos gritando, pegándose en clase y diciéndole insultos como: "¡Hija de puta, dejános en paz!" Sin duda, el agravio verbal más suave que han escuchado sus oídos de docente en los últimos años. Este tipo de situaciones se repetían diariamente.

Ángeles Martín asegura que su caso es uno más de las muchas situaciones de violencia que soportan los profesores de Secundaria. En sus quince años de trayectoria profesional ha ejercido en centros de Secundaria del Polígono de Jinámar, en Vecindario y en Maspalomas.

La impotencia y frustración de Ángeles se transforman en indignación cuando asiste a las manifestaciones públicas de los responsables autonómicos en materia educativa quienes aseguran que "no hay que alarmar y que la violencia en las aulas se limita a casos esporádicos".

Ángeles no puede frenar sus palabras. "Mentira. No entiendo cómo tratan de ocultar la verdad. Yo puedo hablar por los centros del sur de la Isla. Allí los profesores soportan todo tipo de humillaciones y agresiones. Dar clases en un centro de Secundaria en ciertas zonas es como estar en una campo de batalla".

Durante el curso pasado un alumno de 4º de la ESO la sentenció con una frase que recordará siempre: "Si no me apruebas no te olvides nunca de mirar hacia atrás cuando salgas a la calle, y ten mucho cuidado con lo que le puede pasar a tu coche". En alguna ocasión tuvo que salir literalmente huyendo ante las garrafas de agua que un grupo de alumnos lanzaba contra los vehículos del profesorado.

Lo más preocupante del incidente es que Ángeles padece las secuelas de un ambiente tan hostil y que, aún hoy, cada vez que sale a la calle no puede olvidar "volver la vista hacia atrás".

A pesar de las circunstancias Ángeles se considera afortunada porque ella aún no ha sufrido una caída provocada por las escaleras del centro escolar, como sí le ha ocurrido a más de un profesor. Dice que conoce casos en los que los profesores caen rodando escaleras abajo como consecuencia de alguna zancadilla.

Para Ángeles Martín su meta está en educar y formar a los jóvenes a los que imparte clases. Por ello intentaba transmitir sus conocimientos de inglés con prácticas pedagógicas amenas reforzadas por el uso de las nuevas tecnologías. Ni siquiera aprender inglés a través de la red suponía una oferta atractiva para sus alumnos. "Era imposible dar clases. Me sentía frustrada por los apenas tres alumnos a los que se les veía interés por aprender. Si los alumnos se daban cuenta de que pretendías iniciar las clases se pasaban media hora aporreando el pupitre con las manos y los pies".

Consejos

Cuando solicitaba a la directiva del centro la adopción de medidas "serias" correctoras contra aquellos alumnos que boicoteaban las clases eran muchos los compañeros que le aconsejaban cambiar de táctica. "Tú haz como yo, ponte a leer el periódico y dejáles que hagan lo que quieran". Ángeles, lejos de aceptar tal consejo insistía ante la directora del centro sobre buscar una solución. "No salía de mi asombro cuando me contestó que me limitara a mantener a los alumnos en el interior de las clases, porque si ellos no querían aprender era lo único que podíamos hacer", agrega.

La voz de Ángeles Martín se quiebra ante la idea de regresar al aula donde hace cuatro meses sufrió una grave crisis de ansiedad. Aún no puede dormir, sabe que no está recuperada, pero un día de estos tendrá que forzar su reincorporación. De momento, ha empezado a prepararse unas oposiciones en un ámbito ajeno a la docencia. "No puedo seguir engañándome y sé que el clima en los centros va a ir a peor porque la administración intenta ocultar una realidad en lugar de buscar soluciones". No puede evitar un suspiro de impotencia cuando recuerda las palabras de algunos de sus alumno integrantes de bandas: "Yo no necesito estudiar para ser alguien".

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