La belleza y la miseria de las canarias sorprendía a los viajeros del siglo XVIII y XIX
ANA MARÍA SANTANA
Las crónicas de los viajeros que visitaron Canarias en los siglos XVIII y XIX ayudan a los investigadores a conocer la vida cotidiana de las mujeres del archipiélago, que sorprendían a los extranjeros por su belleza, pero también por su ignorancia, pobreza y supersticiones.
Así lo indica la catedrática e investigadora en Historia de la Educación de la Universidad de La Laguna Teresa González, que ha investigado los textos escritos por Elizabeth Murray, Piazzi Smyth, Olivia Stone, Verneau, Berthelot o Humboldt, entre otros, y que ha publicado el libro "Las mujeres canarias en las crónicas de viajeros".
Teresa González afirma en una entrevista que las crónicas de viajeros son una fuente esencial para conocer la vida de las canarias de otras épocas, sobre las que hay escasos testimonios históricos, pues el pasado de las mujeres de las islas es "invisible, sigue oculto y hay muy pocas referencias".
La catedrática explica que inició su investigación al releer textos de viajeros europeos, en los que encontró referencias a las mujeres y a cuestiones de la vida cotidiana que no aparecen en otras fuentes históricas clásicas. Es interesante observar cómo los viajeros analizan desde su mirada europea el comportamiento de los canarios, que valoran pero también subestiman y en algunos casos hasta ridiculizan el comportamiento de las isleñas.
Teresa González halló muchas citas en las que se refleja cómo era la vida cotidiana de las campesinas y artesanas, así como referencias a la educación de las mujeres de la elite y clases populares. Recuerda la investigadora que estos viajeros, sobre todo británicos, alemanes y franceses, tenían una buena posición económica y eran cultos, por lo que desde esta "óptica superior" analizan a una población isleña que vive en la extrema pobreza y la miseria intelectual.
Los cronistas describen a personas "brutas, pero porque han estado alejadas del saber", y les llama la atención cómo las mujeres de las clases acomodadas estaban recogidas en sus casas y salían poco a la calle, y cuando lo hacían iban acompañadas de un familiar o una criada.
Sin embargo las viajeras como Olivia Stone y Isabel Burton analizan más el mundo femenino y "profundizan y fisgonean" en el comportamiento de las mujeres y su vestimenta. También ellas destacan la belleza de las canarias a pesar de que las campesinas no se acercaban al ideal de blancura de la piel, pues tenían la tez morena aunque se forraban con guantes de tela y usaban pañuelos y sombreros enormes para no estropearse el cutis. Isabel Burton relata cómo, a su paso por La Laguna (Tenerife), encontró a una posadera "huraña", con el hospedaje lleno de suciedad y con mujeres "hablándose a gritos".
Son varios los viajeros que al visitar La Laguna, La Orotava y Garachico en Tenerife, además de Gran Canaria y Lanzarote, hablan de calles vacías y en silencio, sólo interrumpido por el traqueteo de los postigos "en los que en ocasiones asomaba una cara bonita". También describen escenas de campesinas cargadas con frutos y leche que se dirigen al mercado en grupo, con conversaciones muy animadas, descalzas y acompañadas de los niños.
Olivia Stone explica además que la industria en Tenerife está "todavía más abandonada" que en Gran Canaria y la gente es pobre, pero los pescadores lo son "hasta extremos de miseria y no tienen casi qué comer, salvo pescado salado y gofio". Al inglés Whitford le llama la atención la creencia en brujas, fantasmas, apariciones e incluso maleficios, supersticiones que hasta hace pocas décadas pervivían entre las mujeres del campo, recuerda Teresa González.
Otros aspectos que llaman la atención a los viajeros son el orden moral y al respecto Brown afirma que la moralidad de las mujeres es elevada y si están casadas "casi siempre son fieles, incluso cuando el marido emigra y se quedan solas durante años, y si son solteras, rara vez tienen más de un novio".
Muchos hablan de que las canarias son "huidizas" y se escondían de los extranjeros y se percatan de la pobreza, sobre todo en el sur de las islas, donde apenas se encontraban escuelas y los niños corrían semidesnudos por las calles. A la hora de contratar el servicio doméstico los visitantes foráneos se encuentran "con mujeres torpes" y que apenas cocinan "coles y papas", aunque alaban su presteza en el bordado y el ganchillo.
Para Pegot-Ogier, las mujeres en Canarias eran "incultas, ignorantes, tenían un conocimiento del mundo exterior mucho más pobre que el de los hombres y eran incapaces de ser el centro de atracción a pesar de su belleza".
También hablan algunos viajeros de cómo la miseria llevaba a muchas isleñas a prostituirse a cambio de unas monedas, sobre todo las que se encontraban desamparadas, sin un hombre a su lado, y hay relatos de cómo las mujeres se ofrecían a los marineros o incluso un grupo de unas treinta muchachas acompañadas por sus ancianas madres suplicaban con insistencia "el favor de una conversación íntima".
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AURELIA MEDIAN RAMOS -