Soria y el interés general
JOSÉ A. ALEMÁN
Matías Vega Guerra y Juan Pulido Castro fueron dos presidentes del Cabildo de Gran Canaria que marcaron un antes y un después. El primero con las obras hidraúlicas y la creación de instituciones como la Casa de Colón o el Jardín Canario; el segundo, con el Hospital insular.
Hubo otros, claro, pero éstos me vinieron a la cabeza porque, de vivir hoy, estarían en el PP y condenarían el afán de Soria por enajenar el patrimonio insular que ellos contribuyeron a incrementar. Lo digo porque, ante las críticas que le he hecho, los defensores no apelan a sus logros de gestor insular sino que las descalifican al extremo de afirmar que sin Soria no sabría yo de qué escribir. Lo que tiene tela pues esta columna nació en 1980, cuando ya dejaba atrás 16 años de oficio. Y añadiré, por si acaso, que nada tengo que ver con Vega Guerra o Pulido: sólo digo que marcaron un antes y un después, a diferencia de Soria, su epígono ideológico.
No les aclaro esto para contarles mi vida. Sólo quiero resaltar que carecen los defensores de Soria de logros con que desautorizar las críticas mediante juicios de intenciones partidistas. No conciben que trato de colocar por encima de las luchas de partido, incluso de las ideológicas, las conveniencias generales y los intereses de la mayoría. No pertenezco al PSC y desde luego estoy mucho más lejos del PP; pero cuando Soria se presentó por primera vez a la alcaldía pensé, y así quedó escrito, que podía ser quien rescatara al Ayuntamiento del marasmo tal y como nos venían dadas, sin otras alternativas inmediatas en aquel momento.
Puro posibilismo pragmático.
Desde esta perspectiva de los intereses generales, a lo que iba, poco o nada ofrece Soria. El Woermann no tiene que ver con ellos y no es un secreto su proclividad a los intereses particulares. Ahí está Anfi Tauro. Y eso indica, asimismo, la última propuesta suya de 25 nuevos campos de golf, que utilizaré de ejemplo para explicar las coordenadas de la crítica a Soria.
Nadie duda de que el golf es atractivo turístico a tener en cuenta. Pero una cosa es una cosa y dos cosas no considerar las limitaciones espaciales y de recursos naturales para establecer hasta dónde puede llegarse racionalmente en su promoción. Nadie ha rebatido que el riego de esos campos acapararía el uso de buena parte de las reservas hídricas de la isla.
Hace poco, la UE se alarmó ante la intensa urbanización de las costas del Levante peninsular. Al propio tiempo, las autoridades hidráulicas advirtieron que ni con trasvases ni con desaladoras habrá agua suficiente para su debido abastecimiento. ¿Tan disparatado es que nos apliquemos aquí el cuento? ¿Se ha pensado en lo que puede significar el consumo de agua de esos campos, añadido al de las nuevas urbanizaciones residenciales y turísticas? Si confían en desaladoras o depuradoras (con terciario incluido, imagino), ¿es demagógico suponer que su producción tiene un coste y preguntar sobre quiénes se repercutirá, en última instancia?
Comprenderán que, ante estas cuestiones, atribuir las críticas a Soria a supuestas monomanías legitima una gestión que compromete el futuro de la isla. Este esquema crítico aplicado al conjunto de su gestión produce inquietud. Al menos es como lo veo.
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