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La Voz de Gran Canaria

"Ruindades" y truculencias

"Ruindades" y truculencias ANDRÉS RUIZ DELGADO

En este jardín de las maravillas en que moramos -antes paraíso, edén, Afortunadas- cada día, en base a los funambulismos políticos que tenemos que soportar, encontramos peculiaridades idiomáticas muy al uso en la fraseología de turno, socorrida estratagema para la evasión ante comprometidas situaciones. En este sentido,
es digna de ser recogida en el Guinness de los despropósitos y argucias la displicente interpretación que nos brinda la viceconsejera de Turismo, Pilar Parejo. A fin de justificar que Tenerife se "venda" aparte como destino turístico -al margen de las estrategias conjuntas pactadas con el Gobierno Autónomo, para difundir la
marca única de Canarias- la señora Parejo expuso, sin despeinarse, su oblicua teoría: "Todos los cabildos hacen ruindades y no pasa nada". Salida propia de su timbre ático. Respaldada desde las altas instancias, ni siquiera se molesta en disimularlo. No es cosa para que nos pongamos nerviosos. Si, por el contrario, esa "ruindad" se hubiera producido desde aquí, pasaría a ser considerada malévola, de alevosa intencionalidad e insoportable
tolerancia.

Pretenden insuflar la idea, en intensísimas campañas radiofónicas y televisivas desarrolladas en la Península, de que Canarias es sólo Tenerife. Algo inigualable: sol, montañas y, sobre todo, grandes, extensas y hermosísimas playas naturales, aun recurriendo a espléndidas vistas de nuestra inigualable Maspalomas. Ésa es
política contumaz del Cabildo tinerfeño, que la señora Parejo disculpa como "ruindades", simples travesuras entre instituciones insulares. En aquella esfera importa un bledo lo que afecte a los demás. Y en todo lo que pueden y hacen, perjudican a Gran Canaria, su obseso punto de mira. El propósito, al fin y al cabo, se encuadra en lo que es siempre lo mismo, desde cualquier perspectiva que se aborde. Se imponen como una apisonadora los criterios, formas y modos emanados desde los estrados santacruceros, a expensas de las restantes islas de la Comunidad Autónoma. Se ajustan únicamente a lo que puede reportarles provecho, y si es a través de las arcas autonómicas, mejor todavía. Cuando no sucede así, desprecio absoluto, incluso recurriendo a prácticas arteras, que no cabe calificarlas, con extrema liviandad, de irrelevantes "ruindades". Es la senda que marca el fortalecido poder ático. En consecuencia, el manifiesto del Círculo de Empresarios de Gran Canaria no ha podido ser más oportuno y certero. Hay un permanente bloqueo a muy importantes iniciativas que en nuestra isla y nuestra capital tienen su germen e impulso. El Norte, por ejemplo, ha clamado multitudinariamente ante el agobiante retraso de carreteras que ya debieron ejecutarse hace tiempo. Cualificados grancanarios de las distintas siglas se situaron en primera fila. Luego, en las decisiones parlamentarias, volvieron la espalda.

Extraños giros de las estrategias políticas. No se pase por alto, tampoco, el intento solapado de crear un ente supraportuario bajo la tutela del Gobierno de la Comunidad, con lo que se derivaría a imponer grilletes al auge del puerto de La Luz, como ya sucediera antes de 1927. El alcance y los términos de la denuncia del Círculo
de Empresarios generaliza justificado desasosiego y ha hecho impacto en los estamentos autonómicos. Reaccionan con la táctica del calamar. Y hay algo de muy superior calado y trascendencia: el Ejecutivo, el Parlamento y el peso de la administración autonómica, con asentamiento hegemónico en Santa Cruz. ¿También esto es falso, infundado?

Los conspicuos pretorianos de ATI son como la ballena de Jonás, trágalas insaciables amparándose en el marasmo que hasta ahora prepondera entre nosotros. De esta forma, se ha dado pie a "ruindades" como las que admite con inaudito desparpajo -¿esto es serio en política?- la señora Parejo. Se deduce que interpreta como cuestiones baladíes esos comportamientos habituales en los cenáculos ultrachicharreristas. Carnegie decía: "Todos tenemos el don de saber hablar. Si alguien lo duda, que le dé un puñetazo a un desconocido. Es probable que éste le eche un discurso en estilo impecable". Con el agudo acento de los puños y no con suaves palabras. Posiblemente estemos sumisos (o sometidos) los grancanarios a lo que nos echen, con mayor paciencia que la del santo Job. De otra manera no cabe entender la pasividad que nos atenaza, para beneplácito de quienes saben aprovecharse de ella. El handicap es que disponemos de sobrados políticos que nos defienden sólo de boquilla, acordes con sus convenientes acomodaciones. Ahí es donde se encuentra la llaga que nos corroe de verdad.

Llegamos al momento inaplazable, y no es retórica, de poner las cosas en su justo término, de refrenar atrevimientos, osadías descaradas, egoísmos y avaricias más desarboladas según corre el reloj, que desde hace más de una década lleva, inexorable, la hora de Tenerife. ¿Soluciones? Claramente, aunque suene fuerte o se estime precipitado, hay que ir a una pronta correlación de fuerzas, si es preciso recurriendo al proceso electoral, para una renovada legislatura que refleje la efectiva voluntad popular y sea ésta la que decida quienes rijan la Comunidad. Tal como discurre la vigente, de gobierno harto minoritario y encima escorado y desequilibrante, no constituye un bien para el conjunto de Canarias. Para Gran Canaria, relegada a plano secundario por los que continúan soñando con los excepcionales privilegios de provincia única desde el recalcitrante insularismo que retoma ATI, los palpables efectos nocivos han sido expuestos tanto por el Círculo como por la Confederación de Empresarios. Un dato más lo corrobora: la licitación de obra pública en Canarias durante el pasado año creció en Tenerife nada menos que un 106%. En Las Palmas decayó un 40%. Fabulaciones, argumenta Adán Martín. Se olvida de un pequeño detalle: lo que es real, existe. No valen truculentas cortinas de humo. Ojo a melodiosos cantos de sirenas.
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