Un menor inmigrante marroquí degüella a otro. Los vecinos dicen que la violencia en el centro de acogida es frecuente
Un joven marroquí de 16 años fue asesinado por otro menor en un piso de acogida de Las Palmas de Gran Canaria. La víctima recibió siete puñaladas por la espalda, la última de las cuales le degolló, según se ha sabido de fuentes cercanas a la investigación. Según los vecinos, la violencia y el incivismo de los magrebíes es algo frecuente, lo que no se dá con los subsaharianos.
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El objeto empleado para el apuñalamiento, que está en poder de la policía, no es un arma blanca convencional, sino una especie de punzón o un objeto punzante, cuya naturaleza está tratandose de determinar, han precisado a otras fuentes del caso.
La agresión, que se produjo la noche de este miércoles, ha sorprendido a los responsables de CEAR que gestionan el centro y a las autoridades canarias responsables de la institución, que no esperaban algo similar en un centro para jóvenes en situación de desamparo. Se trata, según indicó Enrique Santiago, coordinador general de CEAR en España, de "la agresión más grave" sufrida en un centro gestionado por esta organización de ayuda a los refugiados.
El piso, situado en la calle Mariucha de Las Palmas de Gran Canaria, alberga a 10 menores que no están recluidos por orden judicial. Están en situación de desamparo porque su familia no aparece o no quiere saber nada de ellos, explicaron fuentes de CEAR.
Según las investigaciones realizadas, la muerte del menor se produjo de manera casi instantánea tras desastarse una pelea en el centro de acogida, pero aún no se conoce qué pudo motivarla, pese a que se especula con un ajuste de cuentas entre jóvenes rivales.
Santiago precisó que no se modificarán las condiciones de vigilancia impuestas en los centros para este tipo de jóvenes, aunque se intentará decidir con las instituciones responsables de los centros si la dotación que se otorga a estos programas en suficiente o son precisos más monitores que acompañen a los chicos. CEAR gestiona el piso de Las Palmas de Gran Canaria mediante un acuerdo con el Cabildo Insular de Gran Canaria, que, a su vez, tiene cedidas por el Gobierno regional las competencias sobre la tutela de los menores.
Entre los motivos posibles se baraja la venganza por rivalidad en el liderazgo entre grupos de chicos de su nacionalidad y, sobre todo, un hipotético ajuste de cuentas por asuntos de drogas, tesis ésta que ha cobrado más fuerza al avanzar las investigaciones del caso, tras confirmarse que tanto el muerto como su presunto agresor tenían antecedentes policiales por tráfico.
Mientras las investigaciones policiales y los trámites judiciales prosiguen en torno a este caso, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado, que gestiona el hogar donde residían ambos chicos mediante convenio con el Cabildo de Gran Canaria, ha iniciado gestiones para repatriar a Marruecos a la víctima, al ser ésa la voluntad de su familia.
Los vecinos manifiestan que "se veía venir"
Día de comentarios y cuchicheos en voz baja en la calle Mariucha. "Se veía venir, eso es una casa de locos". Todos los comentarios de los vecinos de esta calle coinciden en argumentos como este, opiniones sin nombre y si rostro, en la mayoría de los casos. "Esta gente es muy rencorosa", dicen.
Partiendo de la premisa de preservar su anonimato ("¿fotos?, ni hablar"), los vecinos no se cortan a la hora de opinar sobre el centro de Mariucha 72 donde el miércoles por la noche un menor interno apuñaló a otro hasta la muerte. "Son muy conflictivos, muchas noches se las pasan haciendo escándalo, hablan, gritan, se suben encima de los coches...", asegura Omelia, una de las pocas a las que no le importa dar su nombre. "Además, se pasan
las tardes fumando porros en el parque", añade su vecina, Eugenia, mientras con el rabillo del ojo mira hacia el portal donde uno de los, internos, no aparenta más de 14 años, fuma un cigarro.
"La policía viene a cada momento porque se pelean entre ellos", dice el cliente de un bar cercano. "Y no les puedes decir nada porque enseguida se te echan encima en grupo", le contesta el encargado del local. Según este trabajador, estos menores extranjeros abusan de los beneficios que le proporciona la Ley del Menor, argumento que sustenta su cliente.
- Están demasiado protegidos y así hacen lo que hacen.
- Habría que recoger firmas en el barrio para que pongan el centro en un sitio donde no creen problemas.
- Y no por racismo, sino porque es un centro donde siempre hay follones.
- Los que digan que eso es racismo, que vengan aquí cualquier noche para que vean las peleas que monta esta gente.
- Aquí cerca hay otro centro de inmigrantes negros y nadie se queja de ellos.
- Lo que pasa con estos pibes es que los cuidadores que tienen les dejan beber cerveza y fumar porros cuando quieren.
Otra vecina que vive muy cerca del centro que gestiona la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) en Schamann, se muestra igual de recelosa que el resto. "Desde mi azotea los he visto muchas veces peleándose, además, son unos malcriados y te insultan a cada momento", dice la mujer, residente en Mariucha de toda la vida, "una vez llamé la atención a uno que saltaba de la ventana al balcón y me dijo: ´a ti qué coño te importa". La supuesta agresividad de alguno de esos internos parece ser el argumento central de las quejas de vecinos y comerciantes de la zona. "Son muy conflictivos y violentos, y yo no soy racista, pero éstos se pasan", afirma el dueño de otro bar próximo a Mariucha 72. El hostelero cuenta que él es objeto de burlas y ataques dialécticos de algunos chicos internos desde que se negó a venderles tabaco. "Son menores y les dije que no, desde entonces, siempre que pasan por delante del bar me dicen viejo, hediondo, de todo menos bonito".
Las agresiones verbales han dado paso a otras gamberradas que este hombre atribuye a los mismos autores. "Mire
lo que me tiraron el otro día", dice mostrando una pelota de niño chico, del tamaño de un puño, "pues de milagro no le dio a un cliente que estaba aquí sentado". Sin embargo, y a pesar de toda la repulsa que parecen levantar las acciones de algunos de estos internos, todos los entrevistados coinciden en desvincularlos de acciones delictivas en el barrio, salvo el ya conocido homicidio. "Nunca me han robado ni pegado, ni hablar, ni tampoco sé que le hayan hecho nada a nadie del barrio", asegura de nuevo Omelia. Los tertulianos del bar citado
anteriormente lo ratifican. "En el barrio, que sepa, no han hecho nada, ni tampoco les he visto vendiendo droga", asegura el cliente del local. Tampoco viven amedrentados. "Miedo no, pero respeto sí porque son unos malcraiados y amenazan", concluye Eugenia con su testimonio.
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El objeto empleado para el apuñalamiento, que está en poder de la policía, no es un arma blanca convencional, sino una especie de punzón o un objeto punzante, cuya naturaleza está tratandose de determinar, han precisado a otras fuentes del caso.
La agresión, que se produjo la noche de este miércoles, ha sorprendido a los responsables de CEAR que gestionan el centro y a las autoridades canarias responsables de la institución, que no esperaban algo similar en un centro para jóvenes en situación de desamparo. Se trata, según indicó Enrique Santiago, coordinador general de CEAR en España, de "la agresión más grave" sufrida en un centro gestionado por esta organización de ayuda a los refugiados.
El piso, situado en la calle Mariucha de Las Palmas de Gran Canaria, alberga a 10 menores que no están recluidos por orden judicial. Están en situación de desamparo porque su familia no aparece o no quiere saber nada de ellos, explicaron fuentes de CEAR.
Según las investigaciones realizadas, la muerte del menor se produjo de manera casi instantánea tras desastarse una pelea en el centro de acogida, pero aún no se conoce qué pudo motivarla, pese a que se especula con un ajuste de cuentas entre jóvenes rivales.
Santiago precisó que no se modificarán las condiciones de vigilancia impuestas en los centros para este tipo de jóvenes, aunque se intentará decidir con las instituciones responsables de los centros si la dotación que se otorga a estos programas en suficiente o son precisos más monitores que acompañen a los chicos. CEAR gestiona el piso de Las Palmas de Gran Canaria mediante un acuerdo con el Cabildo Insular de Gran Canaria, que, a su vez, tiene cedidas por el Gobierno regional las competencias sobre la tutela de los menores.
Entre los motivos posibles se baraja la venganza por rivalidad en el liderazgo entre grupos de chicos de su nacionalidad y, sobre todo, un hipotético ajuste de cuentas por asuntos de drogas, tesis ésta que ha cobrado más fuerza al avanzar las investigaciones del caso, tras confirmarse que tanto el muerto como su presunto agresor tenían antecedentes policiales por tráfico.
Mientras las investigaciones policiales y los trámites judiciales prosiguen en torno a este caso, la Comisión Española de Ayuda al Refugiado, que gestiona el hogar donde residían ambos chicos mediante convenio con el Cabildo de Gran Canaria, ha iniciado gestiones para repatriar a Marruecos a la víctima, al ser ésa la voluntad de su familia.
Los vecinos manifiestan que "se veía venir"
Día de comentarios y cuchicheos en voz baja en la calle Mariucha. "Se veía venir, eso es una casa de locos". Todos los comentarios de los vecinos de esta calle coinciden en argumentos como este, opiniones sin nombre y si rostro, en la mayoría de los casos. "Esta gente es muy rencorosa", dicen.
Partiendo de la premisa de preservar su anonimato ("¿fotos?, ni hablar"), los vecinos no se cortan a la hora de opinar sobre el centro de Mariucha 72 donde el miércoles por la noche un menor interno apuñaló a otro hasta la muerte. "Son muy conflictivos, muchas noches se las pasan haciendo escándalo, hablan, gritan, se suben encima de los coches...", asegura Omelia, una de las pocas a las que no le importa dar su nombre. "Además, se pasan
las tardes fumando porros en el parque", añade su vecina, Eugenia, mientras con el rabillo del ojo mira hacia el portal donde uno de los, internos, no aparenta más de 14 años, fuma un cigarro.
"La policía viene a cada momento porque se pelean entre ellos", dice el cliente de un bar cercano. "Y no les puedes decir nada porque enseguida se te echan encima en grupo", le contesta el encargado del local. Según este trabajador, estos menores extranjeros abusan de los beneficios que le proporciona la Ley del Menor, argumento que sustenta su cliente.
- Están demasiado protegidos y así hacen lo que hacen.
- Habría que recoger firmas en el barrio para que pongan el centro en un sitio donde no creen problemas.
- Y no por racismo, sino porque es un centro donde siempre hay follones.
- Los que digan que eso es racismo, que vengan aquí cualquier noche para que vean las peleas que monta esta gente.
- Aquí cerca hay otro centro de inmigrantes negros y nadie se queja de ellos.
- Lo que pasa con estos pibes es que los cuidadores que tienen les dejan beber cerveza y fumar porros cuando quieren.
Otra vecina que vive muy cerca del centro que gestiona la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) en Schamann, se muestra igual de recelosa que el resto. "Desde mi azotea los he visto muchas veces peleándose, además, son unos malcriados y te insultan a cada momento", dice la mujer, residente en Mariucha de toda la vida, "una vez llamé la atención a uno que saltaba de la ventana al balcón y me dijo: ´a ti qué coño te importa". La supuesta agresividad de alguno de esos internos parece ser el argumento central de las quejas de vecinos y comerciantes de la zona. "Son muy conflictivos y violentos, y yo no soy racista, pero éstos se pasan", afirma el dueño de otro bar próximo a Mariucha 72. El hostelero cuenta que él es objeto de burlas y ataques dialécticos de algunos chicos internos desde que se negó a venderles tabaco. "Son menores y les dije que no, desde entonces, siempre que pasan por delante del bar me dicen viejo, hediondo, de todo menos bonito".
Las agresiones verbales han dado paso a otras gamberradas que este hombre atribuye a los mismos autores. "Mire
lo que me tiraron el otro día", dice mostrando una pelota de niño chico, del tamaño de un puño, "pues de milagro no le dio a un cliente que estaba aquí sentado". Sin embargo, y a pesar de toda la repulsa que parecen levantar las acciones de algunos de estos internos, todos los entrevistados coinciden en desvincularlos de acciones delictivas en el barrio, salvo el ya conocido homicidio. "Nunca me han robado ni pegado, ni hablar, ni tampoco sé que le hayan hecho nada a nadie del barrio", asegura de nuevo Omelia. Los tertulianos del bar citado
anteriormente lo ratifican. "En el barrio, que sepa, no han hecho nada, ni tampoco les he visto vendiendo droga", asegura el cliente del local. Tampoco viven amedrentados. "Miedo no, pero respeto sí porque son unos malcraiados y amenazan", concluye Eugenia con su testimonio.
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