Gracias, Agüimes
TERESA GONZALEZ DE LA FE
El municipio de Agüimes, en el sureste de Gran Canaria, de mano de su alcalde, Antonio Morales, ha tomado la iniciativa de demandar ante los tribunales de justicia a las cadenas de televisión locales que emiten programas de cartomancia y adivinación en general, cobrando las llamadas de sus clientes a través de líneas telefónicas 806 y similares, por constituir una estafa y un abuso de la buena fe (o la ignorancia) de los clientes que llaman. Como resultado de que la iniciativa del ayuntamiento, por lo insólita y lo valiente, acaparó la atención de los medios de comunicación y fue recogida y comentada en diversos programas, ayer pudimos oír al alcalde en el programa de RNE El ombligo de la luna, dedicado a los números 806 y a los programas de este tipo que se han adueñado de las emisoras locales de televisión.
La base de la estafa descansa en la creencia de que el destino o futuro de cada uno está señalado en alguna parte a la que alguien puede acceder por estar dotado de poderes especiales. Es una creencia ampliamente extendida en la sociedad y es compatible con diversas ideologías y credos religiosos, pues allí donde la vida sea la escenificación de los planes de un creador, el mañana puede atisbarse con sólo mirar unas páginas más adelante en el libro del futuro. Los lectores de ese libro, los autodenominados videntes, venden sus servicios a los angustiados analfabetos y les confirman lo que desean oir, lo que les tranquiliza ante la incertidumbre del presente. "Tu hija sacará las oposiciones", "la novia de tu hijo no lo abandonará", "veo un trabajo en breve tiempo", "me aparece un cambio en positivo", "veo una enfermedad que sale bien", "me sale un cambio de vivienda", etc.
A ver qué dice la justicia, que hasta ahora ha considerado que el incauto cliente tiene la culpa de su ignorancia y de su angustia. El mejor remedio contra estas estafas y otras similares es erradicar la ignorancia. Contra la angustia del presente y los dolores de la vida no sé bien si hay remedio conocido, pero no me cabe duda de que conocer y entender lo que nos pasa y los medios a nuestro alcance para solucionar nuestros problemas, mitigar nuestros dolores y aplacar nuestros miedos, siempre ayuda. O alivia.
Nadie tiene el poder de leer el destino o el futuro porque éste se produce a medida que se vive y se entretejen las acciones y relaciones de cada uno con las de los demás. Los videntes no ven nada, porque no hay nada que ver. Los videntes son agudos conocedores de la naturaleza humana que huelen e identifican los dolores morales que aquejan a sus solitarios clientes y saben sacarles el dinero a costa de sus angustias. Los mejores de ellos, si es que los hay, tranquilizan algo. Otros, simplemente los estafan. Los dejan colgados de una conexión pagando a 1 euro el minuto. Cuantos más minutos, más se tarifa y más ganan todos ellos: las telefónicas, las televisiones y los charlatanes (sean tarotistas, astrólogos/as, brujos y brujas, mánticos y mánticas, llámense como se llamen) y sus empleados. Allí donde el mercado todo lo ha invadido y en todo ha puesto sus reglas, la incertidumbre de la vida y los temores de las gentes no iban a constituir la excepción. Los timadores y los charlatanes son tan viejos como el mundo. Ahora los tenemos adaptados a la sociedad de la información, que no significa que el común esté más informado, sino que usa asiduamente artefactos resultado de las tecnologías de la información y las comunicaciones.
La contemplación de estos programas de cartomancia y videncia, como la de tantos otros subproductos de la telebasura, nos devuelve el esperpento de nuestra sociedad. Forma parte de nuestra identidad aunque no nos guste. Somos también ignorantes, crédulos y supersticiosos aunque al mismo tiempo usemos el DVD o la ADSL. Es bueno saberlo porque es bueno empezar a combatir hasta que desaparecezcan estos rasgos que nos recuerdan que el siglo de las luces no sucedió en todas partes. La libertad individual y el sistema de libertades que afortunadamente protegen nuestras leyes hace difícil que la solución venga por la vía jurídica. Las leyes y la justicia podrán proteger contra los abusos, pero las leyes han de estar en consonancia con los hábitos y normas sociales, las mores que decían los clásicos. La iniciativa del Ayuntamiento de Agüimes ha sido un paso para sacar a la luz estas situaciones, para que públicamente se traten y se comenten, se pidan cuentas y se rindan cuentas.
Felicidades a don Antonio Morales y a todo el Ayuntamiento de Agüimes, que tantos buenos ejemplos está dando. Y gracias, porque sacar este problema a la luz supone que todos avancemos en la lucha contra la superstición y la ignorancia, y sobre todo contra los que se lucran a costa de la credulidad que conlleva.
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El municipio de Agüimes, en el sureste de Gran Canaria, de mano de su alcalde, Antonio Morales, ha tomado la iniciativa de demandar ante los tribunales de justicia a las cadenas de televisión locales que emiten programas de cartomancia y adivinación en general, cobrando las llamadas de sus clientes a través de líneas telefónicas 806 y similares, por constituir una estafa y un abuso de la buena fe (o la ignorancia) de los clientes que llaman. Como resultado de que la iniciativa del ayuntamiento, por lo insólita y lo valiente, acaparó la atención de los medios de comunicación y fue recogida y comentada en diversos programas, ayer pudimos oír al alcalde en el programa de RNE El ombligo de la luna, dedicado a los números 806 y a los programas de este tipo que se han adueñado de las emisoras locales de televisión.
La base de la estafa descansa en la creencia de que el destino o futuro de cada uno está señalado en alguna parte a la que alguien puede acceder por estar dotado de poderes especiales. Es una creencia ampliamente extendida en la sociedad y es compatible con diversas ideologías y credos religiosos, pues allí donde la vida sea la escenificación de los planes de un creador, el mañana puede atisbarse con sólo mirar unas páginas más adelante en el libro del futuro. Los lectores de ese libro, los autodenominados videntes, venden sus servicios a los angustiados analfabetos y les confirman lo que desean oir, lo que les tranquiliza ante la incertidumbre del presente. "Tu hija sacará las oposiciones", "la novia de tu hijo no lo abandonará", "veo un trabajo en breve tiempo", "me aparece un cambio en positivo", "veo una enfermedad que sale bien", "me sale un cambio de vivienda", etc.
A ver qué dice la justicia, que hasta ahora ha considerado que el incauto cliente tiene la culpa de su ignorancia y de su angustia. El mejor remedio contra estas estafas y otras similares es erradicar la ignorancia. Contra la angustia del presente y los dolores de la vida no sé bien si hay remedio conocido, pero no me cabe duda de que conocer y entender lo que nos pasa y los medios a nuestro alcance para solucionar nuestros problemas, mitigar nuestros dolores y aplacar nuestros miedos, siempre ayuda. O alivia.
Nadie tiene el poder de leer el destino o el futuro porque éste se produce a medida que se vive y se entretejen las acciones y relaciones de cada uno con las de los demás. Los videntes no ven nada, porque no hay nada que ver. Los videntes son agudos conocedores de la naturaleza humana que huelen e identifican los dolores morales que aquejan a sus solitarios clientes y saben sacarles el dinero a costa de sus angustias. Los mejores de ellos, si es que los hay, tranquilizan algo. Otros, simplemente los estafan. Los dejan colgados de una conexión pagando a 1 euro el minuto. Cuantos más minutos, más se tarifa y más ganan todos ellos: las telefónicas, las televisiones y los charlatanes (sean tarotistas, astrólogos/as, brujos y brujas, mánticos y mánticas, llámense como se llamen) y sus empleados. Allí donde el mercado todo lo ha invadido y en todo ha puesto sus reglas, la incertidumbre de la vida y los temores de las gentes no iban a constituir la excepción. Los timadores y los charlatanes son tan viejos como el mundo. Ahora los tenemos adaptados a la sociedad de la información, que no significa que el común esté más informado, sino que usa asiduamente artefactos resultado de las tecnologías de la información y las comunicaciones.
La contemplación de estos programas de cartomancia y videncia, como la de tantos otros subproductos de la telebasura, nos devuelve el esperpento de nuestra sociedad. Forma parte de nuestra identidad aunque no nos guste. Somos también ignorantes, crédulos y supersticiosos aunque al mismo tiempo usemos el DVD o la ADSL. Es bueno saberlo porque es bueno empezar a combatir hasta que desaparecezcan estos rasgos que nos recuerdan que el siglo de las luces no sucedió en todas partes. La libertad individual y el sistema de libertades que afortunadamente protegen nuestras leyes hace difícil que la solución venga por la vía jurídica. Las leyes y la justicia podrán proteger contra los abusos, pero las leyes han de estar en consonancia con los hábitos y normas sociales, las mores que decían los clásicos. La iniciativa del Ayuntamiento de Agüimes ha sido un paso para sacar a la luz estas situaciones, para que públicamente se traten y se comenten, se pidan cuentas y se rindan cuentas.
Felicidades a don Antonio Morales y a todo el Ayuntamiento de Agüimes, que tantos buenos ejemplos está dando. Y gracias, porque sacar este problema a la luz supone que todos avancemos en la lucha contra la superstición y la ignorancia, y sobre todo contra los que se lucran a costa de la credulidad que conlleva.
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