Nieve en la cumbre de Gran Canaria
Al principio apenas había gente. Sólo varios vehículos de la Guardia Civil, los militares de Los Pechos y dos ventorrilleros que abrieron el negocio a primera hora de la mañana sabedores de que la nieve trae mucha clientela a la Cumbre. También había algún ´choni´ en coche de alquiler y otros ´guiris´ llegados en guagua desde Maspalomas.
Los turistas extranjeros tenían programada la excursión con anterioridad y allá arriba se toparon con el paisaje blanco. Tras varios amagos durante los días anteriores, en los que hizo un frío polar en la parte alta de la Isla, por fin la noche del domingo al lunes nevó en la cumbre.
Poco a poco fueron llegando más curiosos para contemplar cómo la escarcha del fin de semana se había trocado en nieve más sólida, aunque sin llegar a copiosa nevada. Los militares se tiraban bolas de nieve, igual que dos parejas de jóvenes que cambiaron las clases por un día distinto. Todos jugaban con las bolas de nieve mientras el más artista esculpía el tópico muñequito en el capó del coche.
"No saben que eso es peligroso no sólo para la pintura del coche, que te la come, sino para la circulación porque se te cae a la carretera y luego los demás coches se deslizan", terciaba el encargado del chiringuito mejor situado, en el mismo cruce del Pozo de las Nieves. En su camión bar se restregaba las manos con fruición, mitad por el frío, mitad porque sabía que se avecinaba un buen negocio.
"Todavía no hay mucha gente, pero ya verá cómo estará esto a partir de las dos o las tres de la tarde. La gente está trabajando o en los colegios, pero cuando salgan...". La verdad es que a primera hora de la mañana, independientemente
del trabajo o el colegio, la mayoría de los grancanarios aún no sabía que había nevado.
- Oiga, ¿qué le debo?
- Cuatro chocolates y un vino. Cinco euros.
Los dueños de los chiringuitos no se complican la vida. Un lingotazo, un euro, da igual que tenga alcohol o no. Si lleva alcohol, te echa menos en el vaso. Chocolatinas, papas, manises, bocadillos, una botella de Marie Brizard y otra de 100 Pipers a la vista. Detrás del mostrador, algo más escondidas, asomaban otras botellas de contenido alcohólico más fuerte, especiales para el intenso frío.
Los chonis eran nórdicos y centroeuropeos, pero parecían japoneses tirando fotos. Vinieron del sur con lo puesto, algunos en pantalones cortos y camiseta, porque nadie les avisó. Unos disimulaban el pelete y hacían como si no pasara nada, como si estuvieran acostumbrados. A otros se les notaba que hacían denodados esfuerzos por mantenerse en pie sin tiritar.
El guía de la guagua, de farruco, afirmaba: "Chacho, tampoco hace tanto frío". Eso era porque acababa de llegar. A medida
que pasaban los minutos se le metía en los huesos y anunciaba a todos que ya iba siendo hora de meterse en el vehículo, donde había calefacción.
Una pareja de saharauis asombrados y ateridos inspeccionaban la zona cámara en ristre. Otra pareja peninsular de trabajadores autónomos se mostraba gozosa "porque nunca habíamos visto nevar en Gran Canaria". Algunos trabajadores y escolares se echaron la fugona. Coches y camionetas con rótulos de empresa también aparecieron a eso de media mañana, desviándose de su ruta habitual. Varios visitantes se trajeron a sus perros. Los animalitos gozaban y, además, el frío no parecía ir con ellos. Paseaban sobre la nieve como si nada.
"La carretera no está blanca porque esta mañana a primera hora quitaron la nieve", asegura el encargado del segundo chiringuito mientras corta el pan de campo para hacer bocadillos de chorizo de Teror. Un bocadillo, dos euros. También hay de queso y mortadela. Discreta variedad, pero suficiente. "El que viene de la ciudad y pasa cierta altura con este frío, le entra hambre y se come lo que sea", apostilla un lugareño. "Sí, hace frío, pero esto no es nada. Usted tenía que haber estado ayer o antier. Eso sí que era frío", añade.
Los agentes de la Guardia Civil avisan a los automovilistas de que enciendan la luz, aunque sean las once de la mañana. La niebla es por momentos muy densa y apenas se ve. Un hombre de 40 años de Vecindario se acercó solo porque no
había visto la nieve en su vida. "No la hubiese visto nunca", asegura con esa forma de hablar de campo-campo.
Los coches se disipan entre Los Pechos, Los Llanos de la Pez, El Pozo de las Nieves, Ayacata y los Llanos del Salado. A medida que avanza la mañana son más los coches que se van acercando a la cumbre antes de que suba la temperatura y decaiga la nieve.
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Los turistas extranjeros tenían programada la excursión con anterioridad y allá arriba se toparon con el paisaje blanco. Tras varios amagos durante los días anteriores, en los que hizo un frío polar en la parte alta de la Isla, por fin la noche del domingo al lunes nevó en la cumbre.
Poco a poco fueron llegando más curiosos para contemplar cómo la escarcha del fin de semana se había trocado en nieve más sólida, aunque sin llegar a copiosa nevada. Los militares se tiraban bolas de nieve, igual que dos parejas de jóvenes que cambiaron las clases por un día distinto. Todos jugaban con las bolas de nieve mientras el más artista esculpía el tópico muñequito en el capó del coche.
"No saben que eso es peligroso no sólo para la pintura del coche, que te la come, sino para la circulación porque se te cae a la carretera y luego los demás coches se deslizan", terciaba el encargado del chiringuito mejor situado, en el mismo cruce del Pozo de las Nieves. En su camión bar se restregaba las manos con fruición, mitad por el frío, mitad porque sabía que se avecinaba un buen negocio.
"Todavía no hay mucha gente, pero ya verá cómo estará esto a partir de las dos o las tres de la tarde. La gente está trabajando o en los colegios, pero cuando salgan...". La verdad es que a primera hora de la mañana, independientemente
del trabajo o el colegio, la mayoría de los grancanarios aún no sabía que había nevado.
- Oiga, ¿qué le debo?
- Cuatro chocolates y un vino. Cinco euros.
Los dueños de los chiringuitos no se complican la vida. Un lingotazo, un euro, da igual que tenga alcohol o no. Si lleva alcohol, te echa menos en el vaso. Chocolatinas, papas, manises, bocadillos, una botella de Marie Brizard y otra de 100 Pipers a la vista. Detrás del mostrador, algo más escondidas, asomaban otras botellas de contenido alcohólico más fuerte, especiales para el intenso frío.
Los chonis eran nórdicos y centroeuropeos, pero parecían japoneses tirando fotos. Vinieron del sur con lo puesto, algunos en pantalones cortos y camiseta, porque nadie les avisó. Unos disimulaban el pelete y hacían como si no pasara nada, como si estuvieran acostumbrados. A otros se les notaba que hacían denodados esfuerzos por mantenerse en pie sin tiritar.
El guía de la guagua, de farruco, afirmaba: "Chacho, tampoco hace tanto frío". Eso era porque acababa de llegar. A medida
que pasaban los minutos se le metía en los huesos y anunciaba a todos que ya iba siendo hora de meterse en el vehículo, donde había calefacción.
Una pareja de saharauis asombrados y ateridos inspeccionaban la zona cámara en ristre. Otra pareja peninsular de trabajadores autónomos se mostraba gozosa "porque nunca habíamos visto nevar en Gran Canaria". Algunos trabajadores y escolares se echaron la fugona. Coches y camionetas con rótulos de empresa también aparecieron a eso de media mañana, desviándose de su ruta habitual. Varios visitantes se trajeron a sus perros. Los animalitos gozaban y, además, el frío no parecía ir con ellos. Paseaban sobre la nieve como si nada.
"La carretera no está blanca porque esta mañana a primera hora quitaron la nieve", asegura el encargado del segundo chiringuito mientras corta el pan de campo para hacer bocadillos de chorizo de Teror. Un bocadillo, dos euros. También hay de queso y mortadela. Discreta variedad, pero suficiente. "El que viene de la ciudad y pasa cierta altura con este frío, le entra hambre y se come lo que sea", apostilla un lugareño. "Sí, hace frío, pero esto no es nada. Usted tenía que haber estado ayer o antier. Eso sí que era frío", añade.
Los agentes de la Guardia Civil avisan a los automovilistas de que enciendan la luz, aunque sean las once de la mañana. La niebla es por momentos muy densa y apenas se ve. Un hombre de 40 años de Vecindario se acercó solo porque no
había visto la nieve en su vida. "No la hubiese visto nunca", asegura con esa forma de hablar de campo-campo.
Los coches se disipan entre Los Pechos, Los Llanos de la Pez, El Pozo de las Nieves, Ayacata y los Llanos del Salado. A medida que avanza la mañana son más los coches que se van acercando a la cumbre antes de que suba la temperatura y decaiga la nieve.
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