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La Voz de Gran Canaria

Un último gesto por la Unión Deportiva

Un último gesto por la Unión Deportiva La Unión Deportiva Las Palmas agoniza. El mensaje de alarma lanzado por el magistrado Cobo Plana la semana pasada ha sido contundente: si en un mes no hay ingresos, se procederá a la disolución de la sociedad anónima deportiva que lleva el nombre de lo que un día fue un símbolo inequívoco de la canariedad. El último recurso del club es lanzar una campaña de abonados para sumar 10.000 seguidores a los 8.000 actuales, que aparte de ingresar algo de dinero, muestren a la sociedad y a los acreedores de la entidad que existe un respaldo social para no dejar morir a la Unión Deportiva. ¿Vale la pena el esfuerzo?

Gran Canaria vive un momento histórico y delicado. Lo que centra el debate político -y en menor medida social- son las mezclas entre los negocios y la política. Se habla de casinos, de gas, de parques eólicos, del istmo... y otra vez de los negocios que esconden todos esos nuevos sectores estratégicos del Archipiélago. Como no hace poco también lo fue, para el inventor del término, José Carlos Mauricio, la Unión Deportiva Las Palmas.

Ahora nadie quiere dar un euro por ella. La semana que comienza lo hace con el equipo tocando fondo después de perder en Vigo y el entrenador destituido según el baremo de puntos establecido hace menos de un mes por el magistrado Cobo Plana. Lo hace también con la impresión general -alentada desde diferentes sectores políticos, empresariales y mediáticos- de que la Unión Deportiva tiene los días contados. La realidad dicta precisamente eso, pero en manos de quienes quieran demostrar que, a pesar del ninguneo político y el abandono empresarial, el club tiene una mínima opción de luchar por su futuro, está la suerte de 55 años de historia.

Los números, con frialdad, invitan a pasar página y ponerse otra camiseta, otro escudo. O "trasplantar el espíritu" de la Unión Deportiva a otro club, como propuso antes del verano el consejero de Economía y Hacienda e insignia de oro y brillantes de la entidad. Las Palmas necesita no sólo 10.000 abonados más para poder negociar con sus acreedores con un respaldo social detrás, sino entre 1,2 y 3 millones de euros para hacer frente a sus gastos corrientes hasta febrero, fecha prevista para convocar la junta de acreedores.

La situación es límite y se podrían plantear mil propuestas antes de dar por sepultado al enfermo terminal en que han convertido a la UD los grandes empresarios de Gran Canaria con sus desavenencias con los políticos que han regido en los últimos años. Pero antes de eso, el último esfuerzo de la calle sí que puede valer la pena.

Sería, más que un granito de arena para tapar ese agujero imposible en la economía del club, una demostración de que no se quiere dejar en la estacada a un símbolo al que todos apelan, del que todos se duelen, pero por el que nadie con poder de influencia y decisión hace nada.

Si los aficionados al fútbol y el ciudadano de a pie dan un paso adelante reclamando soluciones por medio de la campaña de abonados que se pone en marcha esta semana, el siguiente escalón, el de exigir también a los políticos y empresarios ese gesto, sería mucho más asequible de reclamar.

¿Por qué no solicitar a esos cuatro o cinco grandes empresarios que, colocándose al frente de la última iniciativa del club abonen a sus cientos de empleados en esta nueva campaña? ¿Por qué no pedir a los representantes públicos de Gran Canaria que hagan el mismo gesto particular para que sirva de acicate al resto de la sociedad?

El esfuerzo vale la pena, aunque sólo sea para dejar una muestra clara de que la afición de la UD Las Palmas y la sociedad canaria quieren llegar hasta el final en este apasionante proceso judicial que tanta expectación despertó hace menos de un mes. Por sus consecuencias futuras más allá de la supervivencia del club. Por conocer, de una vez por todas, el fondo del caldero y quiénes y cómo han cocinado este desastre histórico.
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