Increíble, Saavedra
JOSÉ A. ALEMÁN
No creo que Jerónimo Saavedra, en sus días de presidente del Gobierno, ignorara que su vicepresidente entonces, Manuel Hermoso, trabajaba para traicionarle. Él lo afirma, pero no me lo creo. No podía desconocer que entre los preparativos de la puñalada figuraba el acuerdo que con Dimas Martín suscribieran, en julio de 1991, el Hermoso Manuel, José Miguel González, entonces consejero de Hacienda y Castro el nuestro, el que no se cae, que lo era de Agricultura en aquel momento. El núcleo del acuerdo era aportarle a Dimas doscientos cincuenta millones de pesetas anuales durante los cuatro años de legislatura para la comercialización agrícola en Lanzarote, o sea, para el Complejo de Teguise. El Hermoso Manuel ni siguiera agradeció cuanto le ayudó Saavedra a que saliera bien parado del caso Floreal y se dispuso a traicionarlo de la peor de las maneras. Como luego haría con don Olarte, por cierto.
El acuerdo era tan secreto que se sabía todo. Dimas estaba en su mejor momento político y era cortejado. Como lo seguiría siendo después por los demás partidos, PSOE incluido. Pero su situación comenzó a empeorar a partir de enero de 1992, hasta el punto que ATI consideró que le salía gratis no cumplir el compromiso y demorar los pagos. Hubo tensiones que culminaron cuando los cuatro diputados del PIL se plantaron: o aflojaban la tela o dejaban de apoyar al Gobierno PSOE-ATI. La cosa se solucionó con el parche de Mercocanarias, que se hizo cargo del Complejo. Pero volvieron las dificultades a lo largo de 1992.
1993 se inició con los preparativos de la censura ática para echar a Saavedra y colocar de presidente al Hermoso Manuel. La conjura contó, cómo no, con las asistencias de Mauricio, siempre en la mejor disposición para esas cosas. El éxito de la censura dependía de los votos de los cuatro diputados conejeros y ATI accedió a firmar un nuevo compromiso con Dimas en el que se comprometió a hacer efectivas las subvenciones acordadas dos años atrás. Para que luego digan que no juegan con los dineros públicos con fines partidistas.
En eso estaban cuando se produjo, en marzo, la condena de Dimas por un cohecho de 1983. Surgieron dudas acerca de si la inhabilitación, que se le impuso como accesoria, le impediría o no votar. Hubo consultas y a alguien de ATI se le ocurrió desenchufar el fax del Parlamento el día de la votación, no fuera a llegar a última hora comunicación de los tribunales que dejara la censura sin el voto de Dimas. Sin contar, claro, de la fuga in extremis de dos diputados del PIL Honorio García Bravo y Antonio Cabrera- que se fueron de viaje, cabreados por diversas razones, y a los que localizaron en Madrid mediante una operación poco menos que policiaca para traerlos directamente al Parlamento cogidos de las orejas. Los psocialistas se quedaron amarillos al verlos aparecer en la sesión de la cámara. Votaron, cayó Saavedra y Hermoso quedó de presidente.
Todo está dicho y publicado. Yo mismo recuerdo haberlo comentado en varias columnas. Hubo el suficiente ruido de afilado de puñales y suficiente ajetreo de conjurados alrededor de los acuerdos con Dimas (que fueron dos, más el parche ad hoc de Mercocanarias) como para que me parezca increíble que nada le llegara a Jerónimo Saavedra, qué quieren que les diga.
No creo que Jerónimo Saavedra, en sus días de presidente del Gobierno, ignorara que su vicepresidente entonces, Manuel Hermoso, trabajaba para traicionarle. Él lo afirma, pero no me lo creo. No podía desconocer que entre los preparativos de la puñalada figuraba el acuerdo que con Dimas Martín suscribieran, en julio de 1991, el Hermoso Manuel, José Miguel González, entonces consejero de Hacienda y Castro el nuestro, el que no se cae, que lo era de Agricultura en aquel momento. El núcleo del acuerdo era aportarle a Dimas doscientos cincuenta millones de pesetas anuales durante los cuatro años de legislatura para la comercialización agrícola en Lanzarote, o sea, para el Complejo de Teguise. El Hermoso Manuel ni siguiera agradeció cuanto le ayudó Saavedra a que saliera bien parado del caso Floreal y se dispuso a traicionarlo de la peor de las maneras. Como luego haría con don Olarte, por cierto.
El acuerdo era tan secreto que se sabía todo. Dimas estaba en su mejor momento político y era cortejado. Como lo seguiría siendo después por los demás partidos, PSOE incluido. Pero su situación comenzó a empeorar a partir de enero de 1992, hasta el punto que ATI consideró que le salía gratis no cumplir el compromiso y demorar los pagos. Hubo tensiones que culminaron cuando los cuatro diputados del PIL se plantaron: o aflojaban la tela o dejaban de apoyar al Gobierno PSOE-ATI. La cosa se solucionó con el parche de Mercocanarias, que se hizo cargo del Complejo. Pero volvieron las dificultades a lo largo de 1992.
1993 se inició con los preparativos de la censura ática para echar a Saavedra y colocar de presidente al Hermoso Manuel. La conjura contó, cómo no, con las asistencias de Mauricio, siempre en la mejor disposición para esas cosas. El éxito de la censura dependía de los votos de los cuatro diputados conejeros y ATI accedió a firmar un nuevo compromiso con Dimas en el que se comprometió a hacer efectivas las subvenciones acordadas dos años atrás. Para que luego digan que no juegan con los dineros públicos con fines partidistas.
En eso estaban cuando se produjo, en marzo, la condena de Dimas por un cohecho de 1983. Surgieron dudas acerca de si la inhabilitación, que se le impuso como accesoria, le impediría o no votar. Hubo consultas y a alguien de ATI se le ocurrió desenchufar el fax del Parlamento el día de la votación, no fuera a llegar a última hora comunicación de los tribunales que dejara la censura sin el voto de Dimas. Sin contar, claro, de la fuga in extremis de dos diputados del PIL Honorio García Bravo y Antonio Cabrera- que se fueron de viaje, cabreados por diversas razones, y a los que localizaron en Madrid mediante una operación poco menos que policiaca para traerlos directamente al Parlamento cogidos de las orejas. Los psocialistas se quedaron amarillos al verlos aparecer en la sesión de la cámara. Votaron, cayó Saavedra y Hermoso quedó de presidente.
Todo está dicho y publicado. Yo mismo recuerdo haberlo comentado en varias columnas. Hubo el suficiente ruido de afilado de puñales y suficiente ajetreo de conjurados alrededor de los acuerdos con Dimas (que fueron dos, más el parche ad hoc de Mercocanarias) como para que me parezca increíble que nada le llegara a Jerónimo Saavedra, qué quieren que les diga.
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