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La Voz de Gran Canaria

La cosa está que ‘jiede’

La cosa está que ‘jiede’ JOSÉ A. ALEMÁN

Carmelo Ramírez, presidente insular de CC, dice que lo del Casino de Meloneras “huele a corrupción”. También el Gobierno Zapatero, en respuesta a la pregunta de una diputada pepera canaria, admitió que, en efecto, algo hiede por estos andurriales. Además de indicar el grave deterioro democrático de estas ínsulas siempre asirocadas y hoy maurisílvicas, en lo que a Gran Canaria se refiere. Ese deterioro, sabrán, es indispensable para que la corrupción prospere impune. Tuvimos ocasión, por otro lado, de ver al ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar, pasarle en el Congreso por las narices papeles y recortes de Prensa a Paulino Rivero, que cometió el mismo error de preguntar. Ahora no hay más que coger todo esto, meterlo en una coctelera con lo que cada uno de ustedes saben, agitarlo y comprobarán lo que es jeder de verdad. Cada ciudad y territorio tiene un olor peculiar y aquí corresponde según Ramírez el de la corrupción, mismamente.

Recordarán que más de un candidato electoral ha proclamado su intención de dignificar y moralizar la vida política. O sea, que la consideraban poco digna y escasamente moral, idea de la que participa el conjunto de la sociedad. La política es un cachondeo y todos los políticos son iguales, le dicen a uno un día y al siguiente. Por más que, matizo, que sea injusta la generalización porque hay políticos menos iguales e incluso honestos.

Con estos antecedentes, la pregunta del millón es por qué nadie a quien corresponda mueve un dedo para acabar con lo que sabemos que hay, lo que se dice que hay y lo que imaginamos. Antes de que el olor a corrupción llegue a las estanterías de los hiper en sprays ambientadores, junto a los aromas de lavanda, pino o limón y los antitabaco, que es la aportación de los perfumeros industriales al odio cuasi global contra los pobres fumadores. Como si no tuvieran bastante con las advertencias de cánceres, cardiopatías varias, impotencia sexual, envejecimiento de la piel y qué sé yo.

Lejos de hacer algo para remediarlo y a pesar de las evidencias y dichos, Adán Martín, presidente del Gobierno canario, dice que aquí no pasa nada. Como sólo me leí el titular de sus declaraciones, hace semanas, no sé si es que negaba de plano la corrupción olida o si lamentaba eso que les digo de que nadie haga nada. En cualquier caso, hemos de comprender que le falta tiempo que ocupar en boberías ya que se lo ocupa su denodada procura de la felicidad que nos tiene prometida. Poéticamente, claro.

Por cierto, diréles que Pilar Parejo anunció lo que hace buen tiempo se olió un amigo como destino manifiesto de la sede de Hecansa, en el Monte Lentiscal: su venta. Supongo que no será el hotel (al que también le llegará su hora, no desesperen los interesados) sino el edificio con sus solarcitos que albergara a la ex obra social de La Caja; donde, si mal no recuerdo, estuvo el club de los empleados en el que se respiraba (olía) un confortable espíritu de antiguos alumnos de colegio de postín. Me dijo, el amigo confidente, que le habían echado el ojo a ese pedazo de solar para construir viviendas unifamiliares de alto standing tirando a mansiones que puedan optar dignamente al cuché en colorines de la revista dominical de Canarias7. No criticaré la decisión de la doña Parejo para que no lo tomen como ataque a Tenerife, de modo que sólo lo dejo dicho y ustedes verán.

Y ya que voy de olores, el miércoles anduve por el istmo a ver si daba con el pestazo a beneficios “muy particulares” que allí localizara la concejala Barrios. Comí con unos compañeros en Julio, lo que me dejó en tal estado de benevolencia que salí dispuesto a perdonar a nuestros deudores, así en la tierra pero no en el cielo porque, queridísimos míos, presidió el paseo el Woermann dichoso que no está para premio. Demasiado. No te lo quitas de encima. Entiendo que Luzardo no vaya a entrar en más polémicas con los arquitectos. De Luzardo dicen que padece el síndrome de Estocolmo en cuanto presa de Soria, que además de un embalse es un sujeto que aspira a verbo y predicado. Cosa que Barrios le afea invitándola a que “deje de ser una mandada”. Temerariamente porque otro amigo, éste dedicado a sondeos de opinión, asegura que Luzardo mejora su imagen cuando se le detecta algún distanciamiento de su carcelero. O sea: la oposición ni olerse cuando les conviene que siga de mandada.

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