Unas 30.000 personas festejan "el Charco" el pasado sábado
Miles de personas participaron ayer en el ritual festivo del "Charco", en La Aldea de San Nicolás, durante una jornada tranquila a la que acompañó el buen tiempo. Lugareños y forasteros, unos 30.000, revivieron el tradicional remojón en la laguna que se forma en la desembocadura del barranco de La Aldea. A las cinco en punto, el alcalde tiró el esperado volador y la avalancha humana se lanzó a la sagrada charca para recibir el purificativo baño de agua y lodo. Destacó entre los participantes, la presencia del Ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar, invitado por su compañero y alcalde Tomás Pérez.
Un año más se cumplió la tradición y los aldeanos se remojaron en el Charco, que volvió a ser la fiesta animadísima de siempre, donde, a pesar del impresionante gentío, la tranquilidad acompañó el festejo. Como de costumbre, el pueblo revivió el poder pasional y catártico de una tradición única en su género, llena de elementalidad y colorido que cada 11 de septiembre tiene lugar en la desembocadura del barranco donde antaño una gran laguna costera servía a los antiguos canarios como lugar de pesca colectiva, conocida como "embarbasca", donde narcotizaban a los peces con leche de tabaiba
amarga o de cardón.
El hecho de que tan popular festejo coincidiera en un fin de semana conllevó una masiva presencia de público que las autoridades locales cifraron en unas 30.000 personas. Desde la noche del viernes ya se presagiaba que la avalancha de visitantes iba a ser monumental pues la avenida San Nicolás y la plaza Nueva, epicentro de las fiestas de La Aldea, se hicieron pequeñas para albergar a una multitud, en su mayoría jóvenes y con ganas de jolgorio.
Tras la verbena de amanecida mucha gente se fue p´al Charco, y ya desde las primeras horas en la carretera que conduce a la playa el ajetreo de coches era intenso, una situación que se extremó llegado al mediodía, originándose algunos atascos. Las condiciones meteorológicas fueron benignas gracias al aire fresco y un cielo nuboso con algún rocío. Guardia Civil y Policía Local se encargaron con eficacia de regular el tráfico, contándose igualmente con los servicios de Cruz Roja y Protección Civil. No se produjeron incidencias de importancia y sólo hay que apuntar que al terminar el festejo decenas de personas se vieron afectadas por picaduras de aguavivas cuando se bañaban en el mar para quitarse
el barro.
La fiesta comenzó sobre las doce del mediodía con el tradicional baile en el muelle repleto de gente que combinaba el baño y la diversión al son de la populachera música de la Banda de Agaete, que con anterioridad había recorrido, subida a un camión, los distintos barrios del municipio para despertar a los más perezosos. Sobre las dos de la tarde, en el mismo lugar se iniciaba una verbena amenizada por la orquesta Swing Latino, que coincidió con un encuentro de parrandas en el parque Rubén Díaz para animar y entretener al personal hasta la hora del purificativo baño. Bajo la arboleda del espacioso lugar y en los tarahales aledaños al Charco, se llevó a cabo el acostumbrado almuerzo familiar donde no faltaron los buenos rones. Otros, lo hacían en bares y restaurantes.
Sobre las cuatro de la tarde fueron llegando los que tenían decidido lanzarse al Charco, que en pocos minutos fue rodeado de miles de personas. Se oye la música de la Banda de Agaete que acompaña la comitiva presidida por el alcalde, Tomás Pérez, que a las cinco en punto, como manda la tradición, a pie de agua lanzó el volador. Sin apenas estallar el artificio la multitud de manera desenfrenada se lanzó al agua para recibir el purificativo remojón, originando una impresionante avalancha humana, difícil de describir. En pocos segundos el Charco se pobló de nadadores ebrios de ron
y alegría.
Un año más se cumplió la tradición y los aldeanos se remojaron en el Charco, que volvió a ser la fiesta animadísima de siempre, donde, a pesar del impresionante gentío, la tranquilidad acompañó el festejo. Como de costumbre, el pueblo revivió el poder pasional y catártico de una tradición única en su género, llena de elementalidad y colorido que cada 11 de septiembre tiene lugar en la desembocadura del barranco donde antaño una gran laguna costera servía a los antiguos canarios como lugar de pesca colectiva, conocida como "embarbasca", donde narcotizaban a los peces con leche de tabaiba
amarga o de cardón.
El hecho de que tan popular festejo coincidiera en un fin de semana conllevó una masiva presencia de público que las autoridades locales cifraron en unas 30.000 personas. Desde la noche del viernes ya se presagiaba que la avalancha de visitantes iba a ser monumental pues la avenida San Nicolás y la plaza Nueva, epicentro de las fiestas de La Aldea, se hicieron pequeñas para albergar a una multitud, en su mayoría jóvenes y con ganas de jolgorio.
Tras la verbena de amanecida mucha gente se fue p´al Charco, y ya desde las primeras horas en la carretera que conduce a la playa el ajetreo de coches era intenso, una situación que se extremó llegado al mediodía, originándose algunos atascos. Las condiciones meteorológicas fueron benignas gracias al aire fresco y un cielo nuboso con algún rocío. Guardia Civil y Policía Local se encargaron con eficacia de regular el tráfico, contándose igualmente con los servicios de Cruz Roja y Protección Civil. No se produjeron incidencias de importancia y sólo hay que apuntar que al terminar el festejo decenas de personas se vieron afectadas por picaduras de aguavivas cuando se bañaban en el mar para quitarse
el barro.
La fiesta comenzó sobre las doce del mediodía con el tradicional baile en el muelle repleto de gente que combinaba el baño y la diversión al son de la populachera música de la Banda de Agaete, que con anterioridad había recorrido, subida a un camión, los distintos barrios del municipio para despertar a los más perezosos. Sobre las dos de la tarde, en el mismo lugar se iniciaba una verbena amenizada por la orquesta Swing Latino, que coincidió con un encuentro de parrandas en el parque Rubén Díaz para animar y entretener al personal hasta la hora del purificativo baño. Bajo la arboleda del espacioso lugar y en los tarahales aledaños al Charco, se llevó a cabo el acostumbrado almuerzo familiar donde no faltaron los buenos rones. Otros, lo hacían en bares y restaurantes.
Sobre las cuatro de la tarde fueron llegando los que tenían decidido lanzarse al Charco, que en pocos minutos fue rodeado de miles de personas. Se oye la música de la Banda de Agaete que acompaña la comitiva presidida por el alcalde, Tomás Pérez, que a las cinco en punto, como manda la tradición, a pie de agua lanzó el volador. Sin apenas estallar el artificio la multitud de manera desenfrenada se lanzó al agua para recibir el purificativo remojón, originando una impresionante avalancha humana, difícil de describir. En pocos segundos el Charco se pobló de nadadores ebrios de ron
y alegría.
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